ALGUNOS ASPECTOS FILOGENÉTICOS DE LAS EMOCIONES: EL CASO DE LA RISA

ALGUNOS ASPECTOS FILOGENÉTICOS DE LAS EMOCIONES: EL CASO DE LA RISA

Introducción

La risa es una de las conductas más características de nuestra especie, la cual está inextricablemente asociada a las emociones y, sin embargo, es también una de las que menos atención ha recibido (Ruch y Ekman, 2001: 426) desde una perspectiva evolutiva y ontogenética. Sin embargo, recientemente algunos estudios se han realizado en esa vía (Dávila-Ross, 2009, 2009b, 2010; Leavens, 2009; Ruch y Ekman, 2001). En éstos se ha podido demostrar que la sonrisa y particularmente la risa no son conductas exclusivas de nuestra especie, ya que nuestros parientes vivos más próximos también las presentan en ciertas condiciones, circunstancias y contextos (Preuschoff, 1992). A partir de ello es posible preguntarse, por ejemplo, si el ancestro común de chimpancés y humanos presentaba ya este rasgo socioconductual, por un lado, y, por el otro, la función que pudo tener, aspectos que apoyarían fuertemente la noción de que se trata de un rasgo adaptativo moldeado por la selección natural. Aun así, la risa, al ser un rasgo conductual, no es posible rastrearla en el registro fósil y/o arqueológico, al menos no de manera directa. No obstante, hay algunas alternativas para intentar estudiar el proceso evolutivo que conduce a esta conducta característica de los humanos y de algunos de sus parientes filogenéticos más cercanos, de lo cual trataré de dar un ejemplo en el presente artículo.

Algunas de las primeras evidencias contundentes en las que se señalaron las similitudes entre la risa humana y la de los chimpancés en términos acústicos, orofaciales, respiratorios y sociocontextuales, desde una perspectiva etológica, fueron las reportadas por van Hoof (1972) y Preuschoff (1995). Esto, a mi juicio, resulta sumamente interesante ya que se plantea de acuerdo con esta perspectiva como un rasgo homólogo entre estas dos especies, por lo que es posible enfocarlo desde una perspectiva evolucionista. No obstante, lo que se ha mencionado en estas últimas líneas, la historia con respecto a este tema es un poco más longeva y tiene sus orígenes en la segunda mitad del siglo XIX. Por ello, en un primer apartado abordaremos algo al respecto de esa historia. Posteriormente realizaré una caracterización de la risa desde una perspectiva filogenética, lo cual dará pie a establecer que esta conducta tiene algunos elementos vinculados a la cohesión social. En una siguiente sección estableceré algunas ideas relativas a los movimientos faciales asociados a la ‘(son) risa natural’ y a la ‘(son)risa fingida’. Después profundizaré sobre qué es la risa, cuáles son algunas de sus características fisiológicas y en qué sentido se asocia con las emociones. Por último, desarrollaré algunos comentarios finales.

UNA PERSPECTIVA HISTORIOGRÁFICA DE LAS EMOCIONES: LA RISA

ALGUNOS ASPECTOS FILOGENÉTICOS DE LAS EMOCIONES: EL CASO DE LA RISA

Para aproximarse históricamente al tema de las emociones desde un enfoque naturalista es necesario apelar al padre de la biología evolutiva como el iniciador de esta línea de conocimiento. Sus investigaciones a este respecto plantean a las emociones como consecuencias evolutivas, por un lado, es decir, como producto de la selección natural. Por el otro lado, apunta que la risa es una conducta distintivamente humana, pero que probablemente comparta sus rudimentos con los grandes simios. Fue Charles Darwin el primero en realizar un estudio pormenorizado de las emociones desde una perspectiva comparativa y evolucionista. En 1872, en su obra La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, consideró la posibilidad de que las diferentes conductas vinculadas a las emociones observadas en los humanos tuvieran un correlato evolutivo en otros organismos. Algunas de sus observaciones apuntaban en la dirección de que diversas especies animales se comunican por medio de una variedad de señales altamente conspicuas, en donde se incluyen las acústicas, táctiles, olfativas y visuales, las cuales han sido afinadas por la selección natural (Darwin, 1872/1984). Se trata, en ese sentido, de un proceso doble; por un lado, el de desarrollar una serie de movimientos faciales y corporales asociados a estados emocionales; por el otro, fue necesario que apareciera la capacidad de realizar dicho vínculo y responder adecuadamente en términos socio-conductuales a ese mensaje enviado gestualmente. Dicho de otra manera, además de la necesidad de expresar emociones, es necesaria la capacidad de ‘leer’ o reconocer éstas y responder a ellas. Lo anterior es un proceso complejo que tiene su principal función en la dimensión social (Yáñez y Gomila, 2018) y es un tema que ha sido abordado por algunos autores, como Krebs y Dawkins (1984) en su trabajo clásico sobre las ‘señales animales’. De acuerdo con los antropólogos Gervais y Sloan-Wilson “la risa es también una señal, no sólo una respuesta conductual, lo cual se constata, tanto por la dependencia que tiene la risa del contexto social como por sus efectos en los que la reciben o perciben” (2005:409). Desde otro punto de vista, Devereux y Ginsburg (2001) plantean que el contexto social facilita la risa y establecen una probabilidad treinta veces mayor de que ésta aparezca en un contexto social, a diferencia de cuando uno está solo (Provine y Fischer, 1989); de ahí que la risa sea concebida como un acto individual que ocurre en el contexto social. Es curioso, sin embargo, lo que Andrew (1962) señaló en su momento con respecto a la propuesta de Darwin, en términos de que, aunque inauguró esta línea de investigación fue, asimismo, el fin de la misma. Es decir, la perspectiva de Darwin, si bien resultó interesante en diversos contextos, no tuvo un desarrollo importante en términos académicos durante los años posteriores a su publicación. Recordemos que los últimos años del siglo XIX representaron un difícil momento para la propuesta darwiniana en términos generales (Richards, 1989). En las palabras de Leavens (2009: R512), “a este periodo se lo conoce como ‘las décadas oscuras del abandono del darwinisimo’ dentro de las discusiones contemporáneas sobre el estudio comparado de las emociones”.

Dicho lo anterior, es necesario apuntar que fueron los estudios primatológicos durante los primeros años del siglo pasado donde surgieron algunas de las investigaciones que arrojaron algo de luz respecto de este interesante asunto. Siguiendo esta línea de razonamiento, los primates destacan como sujetos de estudio en este ámbito ya que, no sólo son organismos complejos, sino que, sobre todo, son individuos que suelen desarrollarse en grupos sociales numerosos en los que los gestos y movimientos corporales, como la risa y la sonrisa, deben ser utilizados correctamente en cada situación social particular. Fue así que la primatología facilitó el estudio de las emociones y empezaron a desarrollarse investigaciones de este tipo también en la biología evolutiva, en la psicología y en algunas otras disciplinas afines como la sociología, filosofía y, particularmente de interés para este trabajo, la antropología. Por ejemplo, Wolfang Köhler fue un psicólogo, principal exponente de la teoría Gestalt, y director de la ‘Estación de antropoides’ ubicada en la Isla de Tenerife, España , entre 1913 y 1917. En dicho proyecto, Köhler se encargó de investigar la inteligencia de los chimpancés por medio de una serie de diseños experimentales que le permitieron comparar la conducta de estos animales con la de los seres humanos. Su obra, publicada en español bajo el título de La inteligencia de los chimpancés (The Mentality of Apes 1921/1925), es un referente fundamental para la primatología en general, y para los estudios de conducta en particular. Es interesante, con respecto al asunto de la risa, que este autor describió la risa inducida a partir de las cosquillas de la siguiente manera: “hay una cierta semejanza con nuestra risa [la del humano] en cuanto al ritmo, jadeo y gruñido cuando se les hacen cosquillas, y probablemente esta manifestación está fisiológicamente emparentada con la risa” (Köhler, 1973/1925:307). En otras palabras, las similitudes observadas en la forma en que los chimpancés responden a las cosquillas hicieron pensar a este prominente psicólogo que la risa, siguiendo las nociones de Darwin, es un producto de la selección natural el cual, además, guarda una estrecha relación con los procesos emotivos.

Otro referente interesante de los estudios primatológicos respecto de este tema es el trabajo de la investigadora rusa-soviética Nadezhda Ladygina-Kohts; psicóloga comparativa y zoopsicóloga que se encargó de estudiar el comportamiento de los chimpancés en comparación con el de los humanos, principalmente en los dominios de la cognición y las emociones. Ladygina-Kohts fundó y trabajó durante muchos años en el laboratorio de psicología del Museo Darwin de Moscú, donde tuvo la oportunidad de hacer investigación con un chimpancé llamado Joni —entre 1913 y 1916, es decir, simultáneamente a la investigación de Köhler— del cual estudió fundamentalmente su desarrollo intelectual y emocional. Llama la atención la convergencia —tanto temporal como disciplinar— de estos investigadores, con respecto a los orígenes del estudio del desarrollo emocional de los primates y los humanos, y particularmente de la risa inducida. En una de sus obras la autora describe la forma en que provocaba la risa en el sujeto experimental con el que trabajaba con estas palabras:

si le haces cosquillas al chimpancé un poco por debajo de su cuello y en la parte baja del vientre, su expresión facial es… jovial. La boca se abre [ampliamente]… Un minuto más de cosquilleo, y… su boca se abre aun más ampliamente, y la apertura de la boca toma la forma de una hoz… Aunque la boca está abierta ampliamente, los dientes no son visibles, porque están cubiertos casi completamente por los labios… En comparación con la risa humana, la de los chimpancés es prácticamente silenciosa… como si los sonidos de la risa fuesen atenuados y manifestados solamente por una respiración rápida (Ladygina-Khots, 1935/2002:59-60).

Los anteriores son dos ejemplos de cómo se inició el estudio de la risa y las emociones desde una perspectiva evolutiva, echando mano principalmente de los grandes simios como especies pertinentes para la comparación. En la siguiente sección continuaré este recorrido histórico de las investigaciones asociadas con la risa y su evolución a partir de estudios recientes y fundamentados en las explicaciones filogenéticas.

LA RISA DESDE UNA PERSPECTIVA FILOGENéTICA

Algunos estudios han indicado que en diferentes especies de primates es posible observar, en ciertos contextos como el juego social, una expresión facial de relajación con la boca abierta (Darwin, 1872/1984; Fry, 1992, 1994; Davila-Ross, 2009, 2009b, 2010). A partir de ello se infiere que se trata de una característica conductual compartida filogenéticamente por algunos de estos organismos. Por ejemplo, entre los chimpancés, además del gesto conocido como ‘cara de juego’ (play-face, en inglés), se ha reportado que usualmente éste va acompañado de vocalizaciones que aparecen característicamente durante el cosquilleo y los juegos de persecución (Darwin, 1872/1984; Fry, 1994; Provine, 2000). Por su parte, Panksepp ha establecido que “es razonable suponer que el origen de la risa humana se remonta a los arcaicos sistemas de compromiso social como los primeros mediadores de la alegría en los mamíferos” (1998: 287). Desde esta perspectiva se trata de un rasgo con una larga trayectoria en la historia evolutiva del linaje de los homínidos, aunque claramente existen diferencias importantes en términos fisiológicos, mecánicos, culturales y simbólicos entre los diferentes organismos que lo presentan. Incluso si distinguimos entre risa y sonrisa es posible establecer que se trata de dos procesos distintos, pero conservados evolutivamente (van Hoof, 1972; Preushoff y van Hooff, 1997).

Además de las observaciones realizadas sobre las semejanzasy diferencias de la risa de humanos y grandes simios, también se ha encontrado, a partir de estudios sofisticados, que es posible hablar de dos periodos o fases evolutivas dirigidas por la selección natural respecto de la risa al interior de la familia Hominidae (Davila-Ross, et al., 2009). La primera de estas etapas correspondería al proceso de separación del linaje de los grandes simios respecto de los Cercopitecoideos o monos del Viejo Mundo. La segunda fase, por el contrario, sería exclusiva de los homininos, lo que quiere decir que sus características esenciales habrían aparecido posteriormente a la bifurcación de los linajes que conducen en última instancia a los actuales chimpancés y bonobos, por un lado, y humanos, por el otro (Davila-Ross, et al.,2009). Marina Davila-Ross es una de las principales estudiosas de esta conducta desde la perspectiva filogenética y sus investigaciones han arrojado mucha información a este respecto y es probable que en los próximos años haya avances considerables en este asunto. Sus estudios tratan de comparar la expresión de la risa entre orangutanes, gorilas, chimpancés, bonobos y humanos, a partir de lo cual pretende reconstruir la evolución de esta conducta entre estos organismos (Davila-Ross, et al., 2009, 2009b, 2010). Con base en lo apuntado previamente, puede decirse que su metodología de análisis integra las características acústicas de esta conducta con los resultados obtenidos de los estudios filogenéticos o cladísticos, de los cuales es posible rescatar evidencia que indica descendencia común con respecto a la risa humana y las vocalizaciones inducidas por cosquillas en los grandes simios.

Lo que, a su vez, da soporte a la propuesta general que indica continuidad filogenética entre las expresiones emocionales de los humanos y los primates no humanos en general y los grandes simios en particular. Siguiendo, pues, las ideas de estos autores, se puede señalar que “por lo tanto, la risa no es un término antropomórfico y, por el contrario, podría ser rastreada como un tipo de vocalización particular de este linaje por lo menos hasta el último ancestro común de humanos y los grandes simios” (Davila-Ross, et al., 2009:192); es decir, aproximadamente unos diecisés millones de años atrás.

La diseminación de esta conducta, como es perceptible entre los seres humanos, pudo haber ocurrido muy probablemente en una especie hominina intermedia entre los chimpancés y los humanos, lo cual sugiere que la selección pudo haber actuado directamente en las vocalizaciones y sonidos emitidos. Es notable, por otro lado, que los infantes humanos producen una serie de sonidos como gritos de alegría, de placer, entre otros sonidos que no han sido registrados entre los simios (Davila-Ross, et al., 2009: 192).

Ello hace pensar que hay algunos aspectos característicos de la risa humana que son exclusivos de los homininos, aunque para dar una conclusión certera es necesario profundizar más en este asunto.

Como ya se ha dicho un poco más arriba, se ha argumentado de manera convincente que la risa humana es una conducta homóloga a los sonidos emitidos por los grandes simios durante el juego social. En ese sentido, la evidencia sugiere que un precursor rudimentario de la risa humana guarda sus orígenes evolutivos en un primate ancestral, tanto de humanos como de simios (particularmente chimpancés) hace aproximadamente unos seis y medio millones de años (Fry, 1994; Gervais y Sloan-Wilson, 2005:398). Quizás estas características sean exclusivas del linaje hominino y sean una consecuencia probable de la segunda fase de cambios evolutivos propuestos para el desarrollo y evolución de esta conducta (Dávila-Ross, et al., 2009). Lo anterior responde entre otras cosas a las similitudes y diferencias observadas entre chimpancés/bonobos y humanos. Ello implica que a partir del evento de especiación entre estos dos linajes esta conducta evolucionó y se desarrolló a través de caminos distintos y, aunque es un rasgo homólogo entre estos organismos, tiene algunas diferencias en su función, estructura y utilización.

En conjunto, la risa de los primates no humanos, la risa espontánea de los niños, el cosquilleo y el humor de los adultos comparten lo que es esencialmente una estructura y contexto filogenética y ontogenéticamente conservados (Darwin, 1872/1984; McGhee, 1979; Provine 2000). En ese sentido, se ha establecido que la risa se origina de manera subcortical en el tallo cerebral, mientras que, por el contrario, el lenguaje es derivado de estructuras corticales, lo que apoya la posición de Fry (1994) en cuanto a que la risa es un rasgo más antiguo e independiente —evolutivamente hablando— que el lenguaje, aunque en etapas posteriores se hayan podido retroalimentar e interactuar en el ámbito de las relaciones sociales —como ocurre de hecho en nuestras interacciones cotidianas. Si se toma en cuenta la propuesta de Provine (2000), donde argumenta la necesidad del bipedalismo como condición de necesidad para la ritualización de la risa en los homininos, entonces es posible establecer una ventana temporal para este proceso aproximadamente entre dos y cuatro millones de años. Durante éstos la risa muy probablemente evolucionó como la vocalización ritual que encontramos en los humanos hoy día, aunque esto es, por supuesto, sólo una especulación.

LA RISA COMO UN MECANISMO DE INTERACCIÓN SOCIAL

H.C. McComas (1923) fue uno de los primeros teóricos que reconocieron que la risa es una conducta que está sometida al aprendizaje, además de que tiene múltiples funciones según la circunstancia y el contexto social. Este autor puede tomarse como el puente que une los primeros estudios sobre las emociones y la risa enfocados a partir del estudio de los grandes primates (Khöler, 1925/1973; Ladyinga-Khots 1935/2002) y las investigaciones recientes que, considerando la cladísitica, han intentado establecer los fundamentos filogenéticos de la risa entre los grandes simios (Davila-Ross et al. 2009, 2009b, 2010, Leavens 2009). McComas plantea interesantes cuestionamientos relativos al origen y evolución de la risa, por ejemplo, si es un instinto, si está vinculado al llanto —tomando en cuenta las semejanzas entre las vocalizaciones, gestos y respiración entre ambas manifestaciones—, si apareció antes o después del lenguaje articulado, si se trata de una conducta mediada socialmente y por el aprendizaje y la experiencia, entre otras cuestiones.

Si seguimos esto último, resulta interesante reflexionar sobre la risa como un mecanismo de interacción social, dado que algunos investigadores han establecido que la risa, como una función del humor, incrementa la cohesión y cooperación entre grupos que comparten muy estrechamente la vida social en diferentes instancias (Banning y Nelson, 1987; Vinton, 1989; Greatbach y Clarck, 2003). Por ejemplo, “durante la conversación, la risa actúa como un lubricante social para relajar el estado de ánimo y establecer una mayor receptividad entre los interlocutores, así como realzar los valores compartidos por el grupo en cuestión” (Provine, 1993, 2000). La risa puede también funcionar para manipular las emociones de los demás y con ello promover la risa en ellos (Owren y Bachorowski, 2003) y, así, mitigar problemas o ambivalencias al interior del grupo (Caron, 2002). Por ejemplo, amortiguando la fricción y la competencia violenta entre individuos, lo que permite establecer relaciones jerárquicas que funcionan adecuadamente (Fry, 1977; van Hooff, 1972). Con base en esto, la risa es una conducta que abarca diferentes niveles de organización biológica, entre los que destacan la fisiología, psicología, cognición, interacciones sociales, cultura, entre otros. Además, es una conducta que, sin lugar a dudas, promueve o facilita la cohesión grupal.

¿QUé ES LA RISA?

Una vez descrito todo lo anterior queda por establecer qué es precisamente la risa. Darwin (1872/1984) planteó un paralelismo entre la risa y el ‘cosquilleo de la mente’, mientras que Mc-Ghee (1979:103) llamó al humor el “resultado lógico de una extensión de las conductas lúdicas hacia la más abstracta esfera intelectual de las ideas”. La risa es una conducta ‘universal’, que ha sido reportada en todas las culturas y en todos los individuos de nuestra especie a lo largo y ancho del planeta (Lefcourt, 2000; Provine, 2000). En términos de desarrollo ontogenético, la risa es una de las primeras vocalizaciones que son emitidas por los infantes humanos (Deacon, 1997), rasgo que aparece tempranamente entre los dos y seis meses de edad (Darwin, 1982/1984; McComas, 1923; Gervais y Sloan-Wilson, 2005).

De acuerdo con Owren y Bachorowski (2003:188) “la risa, se dice frecuentemente, es señal de emociones positivas, como la alegría y la felicidad” (p. ej. Darwin, 1872/1984: McComas 1923; Van Hoof, 1972). Mientras que otros han propuesto una conexión directa con el humor (Weisfeld, 1993), así como con la presencia simultánea de ansiedad, preocupación y/o vergüenza. Por otra parte, la risa también se ha asociado a estados negativos, como el enojo, la vergüenza y el nerviosismo, quizás como mecanismo para de disimular precisamente esos estados (Darwin, 1872/1984; McComas, 1923); finalmente, la risa también se ha vinculado, entre otras cuestiones, con la expresión del interés sexual.

En suma, la risa es una conducta que aparece de manera innata en los seres humanos, así como ocurre con las vocalizaciones de los primates no humanos. Por ello, algunos han relacionado las vocalizaciones no lingüísticas de nuestros parientes próximos con la risa característica de nuestra especie. De manera que hay investigadores que han defendido la idea de que existen “vínculos directos” evolutivos o filogenéticos entre estas dos conductas (Deacon, 1989; Preuschoft y van Hoof, 1997; Owren y Bachorowski, 2003). Ahora bien, hay tipos distintos de expresar la risa, veamos cuáles son algunos de estos.

LA (SON)RISA FINGIDA

Desde una perspectiva comparativa, es necesario señalar que, así como la risa, la sonrisa es una conducta que tiene su equivalente entre los primates no humanos. De acuerdo con esto y en un nivel de análisis comparativo distinto, resulta relevante apuntar que en diferentes abordajes que han estudiado la risa y la sonrisa se ha establecido que hay diferencias significativas entre la expresión espontánea de estas conductas y la manifestación voluntaria o artificial de las mismas. En otras palabras, existe la posibilidad de distinguir a partir de los movimientos musculares faciales entre la (son)risa natural y la fingida. Estas consideraciones están soportadas en estudios de imágenes cerebrales que muestran que la risa espontánea y la voluntaria emergen de sistemas neurales independientes (Iwase, et al., 2002). Por otra parte, se ha echado mano de los movimientos corporales y la dinámica gestual para mostrar que en la risa espontánea hay una mayor cantidad de músculos del rostro en movimiento, además de que éstos son más pronunciados que en la (son)risa fingida o voluntaria (Castellano, et al., 2007). Sin embargo, no es posible soslayar que la (son)risa voluntaria es un gesto que utilizamos contantemente entre conocidos y extraños para relacionarnos y vincularnos socialmente, por lo que ésta también tiene una función social destacada.

LA FISIOLOGÍA DE LA RISA

En otro orden de ideas, algunos investigadores han señalado que es probable que la risa esté relacionada con el habla. De acuerdo con dichas nociones, se ha establecido que el habla echa mano de mecanismos fisiológicos tales como la coordinación de la respiración, la fonación, la resonancia y la articulación. No obstante, Ruch y Ekman (2001: 427) destacan que en sus observaciones con chimpancés han podido determinar que la articulación no es un mecanismo de la risa, por lo que no pueden sostener la relación entre la evolución del habla y la de la risa. Dicho de otra manera, la risa es una acción o conducta que incluye aspectos respiratorios, vocales, faciales y músculo-esqueléticos (Ruch y Ekman, 2001: 429) propios. La risa, como proceso conductual, con un correlato fisiológico se divide en diversas fases: i) la fase inicial o pre-vocal facial, que es una etapa corta; ii) la fase de la cúspide, donde ocurre la vocalización y la exhalación forzada, puede ser corta o prolongada, y iii) la fase final, de desenlace o de posvocalización que incluye usualmente una sonrisa prolongada que se desvanece sutilmente. La risa, además de las fases mencionadas previamente, incluye también el ciclo y el pulso de la risa. Es decir, el periodo de vocalización de la risa se compone de ciclos de la risa, por ejemplo, pulsos repetitivos de la risa (Moore y von Leden, 1958) separados por pausas. Hay risas con uno o dos pulsos, y usualmente son cuatro pulsos los que aparecen en un acto de risa. Otro asunto son los movimientos vibratorios en el pulso de la risa.

Asimismo, la risa tiene una forma estereotipada característica y puede considerarse incluso como un patrón especie-específico de acción ritualizado (Grammer y Eibl-Eibesfeldt, 1990; Provine y Yong, 1991). Por eso es que se ha señalado que, en principio, cualquier ser humano ‘normal’ está predispuesto genéticamente para desarrollar, ejecutar y percibir la risa como una conducta particular de la especie, la cual responde al mismo tiempo a aspectos sociales, culturales y simbólicos del grupo social en cuestión (Darwin, 1872/1984; McGhee, 1979; Provine, 2000; Caron, 2002).

La afirmación de que el sustrato de la risa espontánea comparte una estructura similar en los diferentes individuos de la especie Homo sapiens se apoya, además, con la sugerencia de que existe un ‘centro que coordina la risa’, localizado en la parte dorsal superior del puente troncoencefálico que ha sido señalada como el sustrato común de las diferentes modalidades de la risa espontánea (Wild, et al., 2003). Este hecho ha quedado confirmado a partir de las nociones previas de Provine (1996), en las que indicaba que las diferentes formas de risa están vinculadas a un simple “generador de risa” al margen del hecho de que ésta es percibida a partir de diferentes modalidades sensoriales. Así, pues, la recompensa subyacente, en términos neuroquímicos, no ha sido descrita cabalmente (Panskepp, 1998), aunque la observación de un condicionamiento temprano a partir de las interacciones entre los infantes humanos y sus madres, respecto de esta conducta, sugiere que de hecho existe dicha recompensa (Panskepp y Burgdorf, 2003). Los contenidos que desencadenan esta conducta son propios de cada cultura y, aún más, de cada grupo social.

DISCUSIÓN: RISA Y EMOCIONES

Es innegable que la risa y las emociones están vinculadas en términos afectivos, y por ello es que esta conducta suele aparecer en contextos de felicidad, alegría, ansiedad, nerviosismo e incluso como mediador del interés sexual. No obstante, ha sido limitada la profundidad con la que este tema se ha abordado en el ámbito académico. A partir de lo expuesto en las secciones anteriores es posible señalar que es esta una línea de investigación que promete arrojar respuestas interesantes sobre la evolución de la risa y la sonrisa en un futuro cercano. En este trabajo se ha recuperado el enfoque evolucionista para el estudio de esta conducta; sin embargo, no pueden omitirse otras perspectivas como la filosófica, la psicobiológica, la fisiológica, la sociológica, entre otras.

Por otra parte, es necesario apuntar que la risa es una conducta que aparece en distintos contextos sociales y que cumple diversas funciones. También resulta importante enfatizar que la risa es una conducta ‘universal’, que aparece en todos los grupos humanos al margen de características étnicas, sociales, económicas y demás, por lo que un enfoque antropológico, y más propiamente bioantropológico, parece necesario e importante para su estudio. No puede soslayarse tampoco una perspectiva etnográfica, la cual podría dar cuenta de las semejanzas y diferencias de esta conducta en las diferentes culturas y poblaciones estudiadas, al margen de su ‘universalidad’. Esta última parte no ha sido recuperada en el presente trabajo, y sería muy pertinente incorporar esa otra perspectiva para complementar la que aquí se ha priorizado: la dimensión biológico-evolutiva.

De acuerdo con esto último, es posible señalar que los estudios evolucionistas con respecto a la risa y la sonrisa apuntan en la dirección de que se trata de un proceso que, al menos en su última parte, está compuesto de dos fases más o menos distinguibles. La primera de ellas habría ocurrido muy probablemente después de la separación de los homínidos y los cercopitecoideos. Dicha etapa habría dado lugar a una conducta relacionada con el juego social y sería claramente distinguible entre los grandes simios (donde se incluiría nuestra especie) por el tipo de vocalización y gestos que aparecen en contextos más o menos definidos. De ahí que haya una relación principalmente en lo que refiere a la risa inducida por cosquilleo, que es la respuesta conductual observada, tanto entre los grandes simios como en los humanos. La segunda fase, por el contrario, sería exclusiva de nuestra especie o mejor dicho de nuestro linaje. ésta habría aparecido posteriormente al evento de especiación del último ancestro común de las líneas evolutivas que conducen a chimpancés y humanos. Esta segunda etapa, dicen los especialistas, habría moldeado la forma en que se emiten las vocalizaciones asociadas a la risa y, por ello, tendrían claras diferencias en sus manifestaciones en las diferentes especies en que se presenta.Dicho de otra manera, son conductas homólogas pero con características específicas en cada taxón.

Por otra parte, hay que señalar que tanto la risa como la sonrisa son expresiones que suelen aparecer durante las relaciones interindividuales como un mecanismo de interacción social. La risa y la sonrisa permiten establecer o iniciar interacciones interindividuales disminuyendo la tensión social, lo que facilita que éstas ocurran de manera más o menos fluida. De ahí que en muchas ocasiones al iniciar una interacción social se expresa un comentario cómico o un chiste que permite ‘romper el hielo’ y así facilitar dicha interacción. La conducta observada en la instancia descrita previamente es usualmente la (son)risa.

COMENTARIOS FINALES

Termino este trabajo señalando que el estudio de las emociones es un campo del conocimiento que cada día intenta avanzar más en su exploración y entendimiento. Es innegable que el mundo humano está plagado de aspectos emotivos que moldean la forma en que los grupos humanos se organizan e interactúan. El famoso y añejo dilema entre la razón y la emoción parece desdibujarse cuando se plantea que esta oposición corresponde a una falacia. Es decir, no es posible aislar la razón de la emoción y viceversa, sino que es necesario empezar a comprender el fenómeno humano en su amplia complejidad. Dicho de otra manera, el proceso de razonamiento ocurre en el contexto de una situación emotiva particular, de la misma manera que el despliegue de las emociones comparte mecanismos y sistemas asociados tradicionalmente al razonamiento. Por ello, establecer una línea claramente divisoria entre estos procesos constitutivos del fenómeno humano es sencillamente absurdo. Propongo entonces una mirada más inclusiva e integral para estudiar esta conducta que, como ya se ha señalado en este trabajo, no es exclusiva de nuestra especie, lo cual permite establecer una perspectiva evolucionista para su investigación. En ese sentido, pienso que la antropología en general y la antropología biológica en particular puede ser una de las disciplinas encargadas de estudiar esta te- EL CASO DE LA RISA / 115 mática. Sería deseable profundizar en las líneas descritas en este trabajo para que den pie a una discusión más profunda de este interesante vínculo entre la (son)risa y las emociones.



Fuente: Extraído del PDF (Capítulo final) : Emociones. Perspectivas antropologicas Por: Autores varios Desde página 101 a la 118.