APUNTES ACERCA DE EMOCIÓN, IDENTIDAD, SITUACIÓN, PENSAMIENTO, COMPORTAMIENTO Y PSICOTERAPIA

Un hombre quería saber algo acerca de la mente, averiguando lo de la naturaleza, si no es una computadora privada. Preguntó a ésta (sin duda es mejor Fortran): “¿Calculas que alguna vez pensarás como un ser humano?” La máquina se puso entonces a analizar sus propios hábitos de computación. Por último, imprimió su respuesta en un trozo de papel, como suelen hacer nuestras máquinas. El hombre corrió a buscar la respuesta y halló, nítidamente impresas, estas palabras: ESTO ME RECUERDA UNA HISTORIA.
Gregory Bateson

Una niña que odiaba a su madre, padre, hermana, compañeros de escuela y al mundo entero debido a sus pecas en la cara, fue obligada a ir a terapia con Milton Erickson, quien usó su rechazo para irritarla todavía más. La llamó “ladrona” hasta provocar una reacción de ira. Una vez que logró la intensidad emocional deseada, resolvió la tensión con una broma que modificara la identidad de la niña.

Sé qué te robaste, e incluso sé dónde lo hiciste. Te robaste los bollos de canela en la cocina y se te cayó la canela en la cara. ¡Eres cara de canela! Ella reaccionó emocionalmente, y en forma favorable, con respecto a sus pecas. Se hallaba en un estado de ánimo adecuado para reaccionar favorablemente porque yo había intensificado su hostilidad y su cólera de manera deliberada, y luego le produje un vacío mental, literalmente, al decirle que sabía dónde estaba cuando robó, qué había robado y que yo tenía pruebas de ello [y más adelante] lo terapéutico fueron sus emociones, sus ideas, sus reacciones. Aunque ella no las conociera 1 (Rosen, 1989, p. 137).

La explicación que da Rosen sobre vacío intelectual provocado a través de la intensidad emocional, deja pocas dudas acerca de cómo se intentó crear en la niña un nuevo proceso de identidad. Con esta maniobra, que incluye elementos de pensamiento y emoción, se genera una nueva identidad en la que las pecas dejan de ser un motivo de vergüenza para convertirse en un motivo de orgullo.

Este es uno de los casos en los que Milton H. Erickson utiliza la intervención de manejo de emociones aparejado con la identidad.

En otra forma de terapia, la llamada cognitiva conductual, se considera una triada formada por pensamiento, acción (comportamiento) y emoción disparadas por una situación (Consejo Editorial de Educación Pública del Royal College of Psychiatrics, 2007). Las acciones provocan pensamientos y emociones, pero también los pensamientos provocan acciones y emociones, y a su vez las emociones provocan acciones y pensamientos.

La figura siguiente expresa esta compleja relación:

ACERCA DE EMOCIÓN, IDENTIDAD, SITUACIÓN, PENSAMIENTO, COMPORTAMIENTO Y PSICOTERAPIA

Este artículo se refiere a cómo se considera esta relación en mi propio modelo que he llamado “narrativa existencial”, donde se propone que emoción, identidad, comportamiento, pensamiento y situación son procesos que forman un circuito que todo terapeuta debe considerar en el tratamiento. Existen dos diferencias importantes respecto del esquema presentado del Royal College of Psychiatrics: la situación es parte del sujeto. No se puede aislar al sujeto de la situación y, en segundo lugar, la identidad juega un papel fundamental. Es necesario aclarar que me refiero a procesos, siempre construyéndose mutuamente en cada situación, la cual es simultáneamente una construcción. Dichos procesos tienen restricciones importantes, pues contienen una serie ddeterminaciones que en momentos no pueden cambiarse o que simplemente no son susceptibles de cambio. Al mismo tiempo, esta determinación jamás es absoluta. Por eso utilizaré el término grados de libertad, para significar que no existe en ninguno de ellos ni libre albedrío, ni están en determinación absoluta.

La emoción, la cognición, el comportamiento están en gran medida determinados por la historia del sujeto. En breves palabras, un proceso tiene ciertos grados de libertad que le permite ser modificado en un curso específico, mientras pasa por determinados momentos, ya sean provocados voluntariamente o como respuesta a una situación. La terapia busca provocar estos momentos de cambio, o bien aprovechar los que ocurren espontáneamente. En el caso de la niña pecosa, la terapia hace uso de un vacío intelectual para modificar la emoción acerca de las pecas en la cara a través del humor, de modo que de la actividad intelectual lúdica surge una nueva identidad.

Este modelo se conforma por seis elementos: emoción, identidad, situación, cognición, comportamiento y psicoterapia. Dicho modelo no sigue necesariamente un esquema secuencial, sino que se construye simultánea y sucesivamente de manera diferencial. El orden y la intensidad de un proceso puede variar; la forma en la que se relacionan los elementos constituye una variable crucial para la psicoterapia, como se verá más adelante.

ACERCA DE EMOCIÓN, IDENTIDAD, SITUACIÓN, PENSAMIENTO, COMPORTAMIENTO Y PSICOTERAPIA

La emoción no puede ser tratada de manera aislada sino en conjunto con otros procesos. Creo que en este sentido hay un acuerdo importante, como se puede ver en la siguiente cita:

Despite many discipline-specific differences, the fellows of the research group agreed from the outset that the emotions felt by an individual in a given situation depend on several factors: the particular social context and the corresponding cultural models of interpretation and behavior, the biography and psychological structures of the single individual, and innate physiological processes anchored in human biology (“bodily reactions”) and their subjective perception (feeling). The later in turn, is partly shaped by culture just as the expression of the emotions is molded by culturespecific display rules (Röttger-Rössler & Markowitsch, 2009, pp. 3- 4).

La referencia es clara acerca de cómo enfocar la emoción a otros procesos, también la sitúa en posiciones específicas, con lo que queda descartada la visión de la emoción que describen las dos primeras fases de las ciencias cognitivas. La primera de las cuales, el cognitivismo clásico y Good Old Fashioned Artificial Intelligence o GOFAI, considera a la representación (en este caso la representación de la emoción y del pensamiento), como una secuencia serial de símbolos con sintaxis específica y precisa, independiente del contexto y de la situación, donde el cuerpo es una especie de input (Clark, 1999; Varela, 2006). Este trabajo descarta considerar a la emoción como un proceso aislado del contexto social particular y los modelos culturales de interpretación de la misma.

La siguiente fase, el procesamiento paralelo o en redes, consideraría a la emoción como la respuesta masiva de un conjunto de elementos que al aparejarse ante una situación determinada se vuelve una forma de interacción con el medio. Tampoco en este caso se toma en cuenta el cuerpo del sujeto ni la situación como una parte integral, puesto que ésta se entendería como la respuesta global de la red, pero no considera algo más allá de la respuesta de la red interna del sujeto. Ambas fases adolecen de sujeto.

Finalmente, la cognición situada estima que el cuerpo y la situación son parte integral de la situación misma. El problema aquí es que no hay una única definición de cognición situada (Robbins & Aydele, 2009). Por tanto, es necesario situar a la emoción como una forma de cognición y señalar sus características. Lo primero ya se ha dicho, no puede aislarse la emoción de otros procesos, en el caso de los seres humanos del contexto social, ni de otros procesos cognitivos.

Los procesos que a continuación se exponen deben considerarse como una especie de conceptos móviles con límites difusos, a diferencia de otros conceptos precisos; en este caso no tienen límites claros pues siempre hay algo de arbitrario en ellos y son necesariamente incompletos.

Para Damasio, la emoción tiene una participación fundamental en los procesos de conciencia y racionales:

Ya no parece veraz que la razón gane al operar sin el influjo de la emoción. Por el contario, quizá la emoción ayude a razonar, sobre todo cuando se trata de asuntos personales o sociales que presentan riesgos y conflicto (Damasio, 2000, p. 57).

La emoción es una forma de evaluación de la situación. La reacción emocional ante un evento es un juicio que habla acerca de la situación; por ejemplo, cuando se enteró mi hijo de que me iban a operar se puso a llorar tristemente. Al entender la necesidad de la operación y su bajo riesgo, se puso nervioso, entendió su importancia y se tranquilizó. La palabra emoción proviene del verbo latino emotio, que significa moverse, ir hacia. La emoción aquí se considera un impulso importante que tiende a la acción con una dirección determinada. Este impulso, cuando se junta con la evaluación de la situación equivaldría a pensar: “esto debe ser así”, “esto no debe ser así”. Es por ello que muchas veces es difícil contener los comandos emocionales y no actuar. Cuando una persona desea algo, el deseo dispara procesos intelectuales para justificar la acción o eludirla.

La emoción sólo se vive en tiempo presente. Puede alguien imaginar una escena pasada, o lo que sintió, y esa emoción es presente, no se puede emocionar en pasado. Por tanto, un criterio a observar por el psicólogo clínico es la reacción emocional de un recuerdo pauta para saber si está superado o no.

La emoción puede ser también resultado de la actividad del pensamiento, es decir, si alguien imagina que su pareja le es infiel, en el momento en que la vea, podría reaccionar con violencia.

La emoción tiene la función de hacer creíbles los pensamientos. Por ejemplo, nadie consideraría en serio una amenaza si no se angustiara o sintiera miedo. Nadie daría crédito a sus celos sin atender al enojo, incomodidad y burla de sentirse engañado.

En el caso de los seres humanos, la emoción me califica a mí en una situación, ya que puedo sentirme mal por mis acciones, o sentirme bien por ellas y esa calificación contribuye a darme identidad. Existe una clara diferencia entre evaluación y calificación. La evaluación informa acerca de las posibilidades de supervivencia de una situación, mientras que la calificación habla sobre los procesos de identidad. Puedo sobrevivir una situación y, al mismo tiempo, calificarme como un cobarde y eso hacerme sentir mal. Esto es debido a que yo puedo sentir emociones acerca de mis emociones. Por ejemplo, hay quien puede sentirse enojado acerca de sentirse triste. O cobarde y triste por haber sobrevivido en una situación determinada. Lo que llamo cobarde es una evaluación que me confiere identidad, y se requiere un proceso cognitivo que me permita entender cómo puedo modificarla para entender que no soy un cobarde.

La evaluación de las emociones acerca de la identidad se observa aún más claramente en las emociones acerca de las emociones. Puedo sentirme enojado de estar triste o triste de haberme puesto triste, por ejemplo. La emoción acerca de la emoción es la evaluación de la primera emoción y según la narrativa existencial está asociada a la identidad. Me enojo al estar triste por esa mujer que no valía la pena (para mí, lo cual habla de cómo me concibo), o me enojo de deprimirme por una situación que ya pasó.

La identidad se considera siempre una forma de narración que incluye elementos de cognición y reconocimiento autobiográfico, de proyección de uno mismo en el tiempo, elementos emocionales y sensoriales, es decir, una forma de sentirme y también el reconocimiento de mí mismo a través de los otros. Por elementos sensoriales me refiero a un conglomerado de sensaciones que forman un complejo que va mucho más allá de las sensaciones simples y que conforman un poderoso núcleo de lo que constituye la identidad y no requiere ni de palabras ni de conceptos proposicionales

Esta narración es siempre y por necesidad incompleta ya que se trata de un proceso en construcción en el tiempo y que no resiste un análisis lógico. Jamás es acabada como un modelo científico, se trata más bien de un cuento o novela inconsistente que tiene la característica de provocar sensaciones, emociones diversas y complejas. La narración es siempre parcial y episódica, toma ejemplos de una serie de eventos cortándolos en el tiempo. Por eso nadie resiste una crítica exhaustiva, ni puede describir quién es. Somos necesariamente incongruentes; cuando decimos quiénes somos hacemos un corte del comportamiento, de la situación, de la emoción y cognición.

La identidad también se constituye a través de lo que llamaré la atribución de la agencia, esto significa que nos asignamos a hacer una cosa y otra. La agencia es un tema demasiado complicado en la filosofía como para ser tratado aquí, por lo que la identidad está asociada a la atribución de la agencia, es decir, a lo que yo creo que provoco. Esta atribución está necesariamente ligada a la conciencia y a la voluntad. Lo que yo creo que hago casi siempre está asociado a la voluntad consciente y, por tanto, nos sorprenden aquellas acciones en las que realizamos algo sin conciencia, o bien sin o en contra de nuestra voluntad.

La propia identidad y el comportamiento asociado está condicionado parcialmente por la situación. Cuando yo manejo, tengo la preferencia y los demás son unos inconscientes; las cosas son a la inversa si yo soy el que camina.

Cualquiera que haya pertenecido a un equipo sabe muy bien que en los entrenamientos hay una competencia sana, lo que implica: yo contra ti, cuando se juega contra un equipo rival es nosotros contra ellos, pero cuando es la selección se trata de un país contra otro. Así la identidad del yo y el nosotros varía de una manera muy importante. Por ejemplo, las parejas pueden definirse de diferentes maneras: tú o yo, o tú y yo, o nosotros.

La identificación no es de todo o nada, se puede admirar a Maradona como futbolista, pero no como un adicto o como ser humano.

También está asociada a las alianzas o grupos a los que se pertenece.

La identidad está asociada al tiempo. No sólo soy lo que fui, también la interpretación de lo que fui. El mismo evento puede ser interpretado de manera diferente si se modifica la situación. La persona que sufrió penurias y se convierte en rica cree que valieron la pena las privaciones que pasó; considera que lo forjaron como la persona valiosa que ahora es. En el presente me veo como lo que fui, pero al mismo tiempo como la persona que quiero ser. Esta proyección hacia el futuro me motiva y a la par me hace sentir o bien o mal con la persona que me define en esta proyección que hago de mí mismo en el tiempo.

La identidad está necesariamente ligada a los demás. El nosotros es el yo, y el yo es el nosotros. El idioma que hablo, cómo me llamo (me llamo por el nombre que me ha puesto el nosotros), mis valores, mi comida tiene que ver con los otros, mis padres, mis hermanos, con quienes he convivido.

La identidad como proceso ocurre a diario cuando me reconocen, me llaman por mi nombre cuando soy estimulado por los otros, tanto para acariciarme como para agredirme; tiene que ver con las relaciones que establezco con los otros. Todo proceso de identidad ocurre necesariamente en un grupo en el cual establezco relaciones. Estas relaciones son de identificación y de desidentificación en un par de sentidos importantes. Al identificarme con un nosotros, automáticamente me des-identifico con los otros: un judío no es musulmán ni testigo de Jehová. Al mismo tiempo, hay cosas en el nosotros que se rechazan, a las que nos oponemos, que no aceptamos y esto genera una sensación de individualidad, de ser único.

En las dos primeras fases de las ciencias cognitivas existía cognición sin sujeto, por ello no es necesario hablar de la identidad, y, desde luego, por ser un tema escurridizo.

La identidad, por muchos motivos autobiográficos, genéticos, de educación, y demás confiere una perspectiva individual al sujeto. Una de las maneras de traducir esto a una visión de la psicología clínica la imaginó la programación neurolingüística, y aunque no comparto muchas de sus aseveraciones, notaron esta relación entre la emoción y la imaginación. La experiencia emocional de un recuerdo varía si la apariencia de la imagen es mirada desde afuera de uno mismo o si es vista desde dentro de uno mismo, la experiencia es diferente. Richard Bandler les llamó alternativamente imagen “asociada” o “disociada” respectivamente (Bandler, 2002).

Asociados significa ir atrás y revivir la experiencia, viéndola desde sus propios ojos. Ven exactamente lo que vieron cuando estaban de hecho ahí. Pueden ver sus manos frente a ustedes, pero no puede ver su cara a menos que se miren en un espejo.
Disociados significa mirar la imagen de la memoria desde cualquier punto de vista que no sea desde sus propios ojos. Pueden verlos como si estuviera mirando desde un avión, o pueden verlo como si fueran otra persona que está mirando una película de ustedes en esa situación, etc. (Bandler, 2002, p. 40).

¿En qué radica la diferencia entre una imagen desde dentro y otra desde fuera? Según Bandler:

Cuando ustedes recuerdan asociadamente, rexperimentan el sentimiento original que tuvieron en el momento. Cuando vuelven al recuerdo disociado, pueden verse a sí mismos teniendo en la imagen los sentimientos originales, sin sentido en su cuerpo (Bandler, 2002, p. 41).

En términos de identidad, no es lo mismo mirarme desde mí mismo, que desde otro.

En psicología clínica más reciente y con una abrumadora evidencia experimental, Ethan Kross y Ozlem Ayduk (2011) han comprobado cómo este cambio de perspectiva en las imágenes mentales provoca cambios dramáticos en el tratamiento psicológico. La psicología clínica ha supuesto durante mucho tiempo que al recordar una experiencia se le cura, pero, ¿qué pasa entonces cuando una experiencia se rumia continuamente? La pregunta es pertinente por la evidencia que señala que el recuerdo de las experiencias negativas permite superarlas, lo que contrasta con la evidencia de la rumiación, es decir, de la repetición de la misma experiencia negativa. ¿Cuál es la diferencia? Según Ethan Kross y Ozlem Ayduk es la perspectiva. La dicotomía self/ distanced perspective o bien la self/inmersed perspective.

La perspectiva autoinmersa dice lo que una persona sintió casi como un sujeto pasivo: “lo que me hizo sentir al decir eso así fue tal y tal cosa”.

En la perspectiva distanciada, se describe lo mismo como lo haría un observador: “Pude ver con claridad su argumento y entonces comprendí cómo se sentía”. Estas perspectivas han encontrado fuerte evidencia experimental. Kross y Ayduk lo definen así:

We then cue them to analyze their feelings from either a self-immersed (e.g., Visualize the experience through your own eyes... try to understand your feelings) or a self-distanced (e.g., Visualize the experience from the perspective of a fly on the wall... try to understand your “distant-self’s” feelings) perspective... (Kross & Ayduk, 2011, pág. 188)

Si bien la imagen de la mosca en la pared puede no haber sido la más afortunada, por la cantidad de ojos de la mosca, los resultados son contundentes: los efectos en la perspectiva distanciada tuvieron mayor efecto terapéutico. Este efecto mejora con el paso del tiempo. No sólo hubo una menor rumiación negativa de la experiencia, sino que redujo la actividad en redes corticales de regiones corticales de la línea media, incluyendo la corteza cingulada, mismas que se activan frecuentemente en sujetos deprimidos. (Kross & Ayduk, 2011) 2. La conclusión para este trabajo es que la perspectiva, es decir, quién soy, modifica la emoción.

No sólo se debe hablar de perspectiva e identidad, ya que la identidad también tiene que ver con el personaje que se asume. A la víctima siempre le va mal, se abusa de ella; el hipocondriaco jamás se siente sano.

El filme de una cirugía provoca diferentes emociones si se imagina que uno es el cirujano o la persona que están operando.

Por poner un ejemplo de terapia basado en la identidad, se hablará de otro caso de Milton H. Erickson. Una mujer le escribió a Erickson para solicitar una cita para su marido, ya que desde que había sufrido un accidente cerebrovascular estaba completamente paralizado y no podía hablar. El hombre era un alemán orgulloso de su cultura, autoritario, activo y con enorme carácter para sacar adelante las cosas. Emigrado a los Estados Unidos había puesto su propia empresa y había salido adelante por sí mismo. Ahora, postrado un año en cama, al depender de otras personas para alimentarse y sobrevivir, parecía mirar con furia a la esposa cuando lo visitaba en el hospital.

Mientras me hablaba comprendí (la esposa)3 que no debía limitarme a reconfortarlo, que quizás podría hacerse algo por él. Reflexioné: he aquí un prusiano de mal genio, dominante, muy inteligente y competente; ha vivido un año albergando una cólera rabiosa... (Haley, 1980, p. 281).

Erickson comprendió que podría utilizar esta fuerte identidad con fines terapéuticos.

Me senté frente al hombre, indefenso en su silla, incapaz de moverse salvo los párpados, y empecé a hablarle más o menos así: “De modo que usted es un alemán prusiano. ¡Los estúpidos, los malditos nazis! ¡Cuán increíblemente estúpidos, engreídos, ignorantes y bestiales son los prusianos! ¡Creían ser dueños del mundo y destruyeron su propio país! ¿Qué clase de epítetos puede aplicar a esos animales horribles? ¡Realmente no son aptos para vivir! En verdad, el mundo andaría mejor si los usaran como abono”.
Su mirada furibunda impresionaba, pero proseguí: “Usted ha estado dependiendo de la caridad; lo alimentan, lo visten, lo cuidan, lo bañan y le recortan las uñas de los pies. ¿Quién es usted para merecer algo? ¡Usted ni siquiera puede compararse con un judío criminal y retardado mental!”.
Continué con esta retahíla, diciendo cuantas cosas desagradables se me ocurrían, añadiendo comentarios como este: “Usted es tan detestablemente perezoso que se contenta con yacer en una cama de caridad”. Al rato le dije: “Bien, no he tenido mucho tiempo, ni mucha oportunidad, de pensar en todos los insultos que usted tanto merece. Usted volverá mañana. En lo que resta de hoy tendré tiempo más que suficiente para pensar en todo lo que quiero decirle. Y usted volverá, ¡sí, lo hará!”. Su reacción inmediata fue un: “¡No!” fulminante.
“Así que no ha hablado durante un año, pero me bastó llamarlo un sucio cerdo nazi para que empezaran a hablar —comenté. ¡Usted volverá mañana aquí y tendrá la verdadera descripción de su persona!”. “¡No, no, no”, protestó él!
No sé cómo lo hizo, pero lo cierto es que logro ponerse de pie, apartó bruscamente a su esposa y salió tambaleando del consultorio... (Haley, 1980, p. 242).

En este caso, la emoción que despierta de manera experta M.H. Erickson hace que al moverse las emociones se activen una serie de mecanismos sanadores.

La situación es también un proceso y un proceso complejo que tiene muchos elementos activos, de los cuales sólo destacaré tres: situación, sujeto, tiempo. La situación consiste en el conjunto de posibilidades y restricciones medioambientales en que un sujeto puede actuar en un momento dado 4 . El sujeto establece una serie de relaciones con este medio ambiente.

El sujeto define en gran medida lo que es la situación a partir de la relación que establece con estos elementos ambientales.

La situación no está constituida por lo que me rodea, sino con la relación vital que mantengo con lo que me rodea. Y recíprocamente: la situación no puede llamarse vital, ni el análisis psicológico puede ser auténtico y completo, si no entra en consideración más que el puro sujeto desglosado de todo lo que provisionalmente decimos que lo rodea. La naturaleza de la situación depende, pues, del modo como yo estoy en o ante determinados acontecimientos, personas, etc. Estos son determinables independientemente sólo en abstracto, como yo lo soy, independientemente de ellos; pero ni el sujeto puede ser comprendido en su cabal concreción aparte de lo que no es él, y que constituye materia de su experiencia en término de sus relaciones vitales, ni pueden recíprocamente considerarse las cosas, personas y sucesos que “rodean” al sujeto como un simple dispositivo extraño a él: como algo que pudiera ser objeto de estudio sociológico, pero no psicológico. Lo que lo “rodea” forma parte vital del sujeto mismo (Nicol, 1963, p. 73) 5 .

De esta cita se desprende que:

Como nuestro presente no es nada inmóvil o estático, y definible con relación al tiempo cuantificado, sino que justamente la temporalidad es su condición esencial misma, cuando hablamos del presente nos referimos casi siempre a un proceso que tiene una unidad global en su transcurso, y casi nunca al instante teórico absoluto en el cual el pasado inmediato y el futuro inmediato encontrarían su punto de sutura. Así decimos: ahora estoy haciendo tal cosa. En el ahora expresamos el presente; pero en el estar haciendo entendemos que este presente es un proceso que no se resuelve, por tanto, en el instante absoluto, sino que cualifica a lo que ya hemos hecho inmediatamente antes y a lo que vamos a hacer inmediatamente después, para terminar lo que estamos haciendo (Nicol, 1963, p. 72).

Cuando la situación se entiende como uno de los elementos definitorios del sujeto, se puede explicar la emoción diferencial de cuando soy un peatón o un conductor, y cambia la emoción que siento respecto de los unos o de los otros.

Existen varias formas de situación, aunque para este trabajo solamente se habrá de mencionar la situación histórica, la situación momentánea, la situación propósito, la situación ritual y la situación de estado.

La situación histórica. Todo sujeto humano está altamente culturizado. Nace en el seno de una cultura. Adopta en gran medida los valores y los mitos de la sociedad en la que nace. La situación de momento es la que se mide por el reloj. Ocurre en este minuto o en esta hora. Manejar un carro a doscientos kilómetros por hora genera una emoción determinada. Así, cada situación momentánea genera una serie de emociones.

La situación de estado. Es una emoción más estable que la momentánea. Cuando se dice que una persona está deprimida es debido a que tiene una situación de estado que en gran medida determina su emoción. Una persona deprimida puede ver una película cómica y ríe, ríe deprimida.

Una persona puede estar en una situación de estado enamorada, por tanto, su cognición es muy predecible: su pensamiento será intrusivo, su emoción estará determinada por su expectativa de si le hará o no le hará caso el objeto limerante.

La emoción es una cognición distinta al pensamiento y no puede describirse en el lenguaje como lo puede hacer el pensamiento. Cuando se dice que la mente es proposicional, se refiere a que los pensamientos pueden ser expresados mediante proposiciones (lo que no quiere decir que lo sea). El pensamiento puede tener un orden lógico y secuencial, es una cadena consecuencial como diría Dewey (2007) acerca del pensamiento reflexivo, ya que uno es consecuencia del otro. El pensamiento es susceptible de convertirse en palabras, o en imágenes visuales, a diferencia de las sensaciones o de las emociones, las cuales sólo se pueden representar indirectamente a través de analogías, metáforas, o bien de observaciones inferenciales. El pensamiento tiene una gran posibilidad de expresarse claramente y sin ambigüedad, haciendo que éste pueda trascender el tiempo y espacio de su creador, lo cual le confiere una gran capacidad comunicativa de la que la emoción carece, ya que la emoción sólo puede expresarse de modo presente.

En el pensamiento se puede expresar: “estuve triste”, que no tiene análogo en la emoción, pues no hay emociones en pasado.

El pensamiento provoca emociones y comportamiento. Hace ya mucho tiempo que la hipnosis considera que los pensamientos son cosas.

El pensamiento puede provocar emociones, sentimientos y comportamientos que pacifiquen o inquieten al sujeto, como lo ha señalado el triángulo de la terapia cognitiva conductual. El pensamiento tiene también grados de libertad respecto de la voluntad. La relación con la voluntad es compleja. Hay pensamientos involuntarios y voluntarios, hay estados mentales que provocan cierta clase y tipo de pensamientos.

Por ejemplo, en la tipología de Dewey (2007), hay cuatro clases de pensamientos: la cadena de la conciencia, la actividad que se realiza en ausencia del objeto como referencia a él, la creencia y el pensamiento consecuencial. Basado en la clasificación de John Dewey se puede dar una explicación a modo de ejemplo de los grados de libertad en el pensamiento. El primer tipo de pensamiento, la cadena de la conciencia, es involuntario y depende de un enlace o bisociación que hace que ocurra la siguiente asociación. Por ejemplo, “Cuernavaca” y recuerdo una ocasión en que fui. Cuando se huele un perfume de alguna exnovia, inmediatamente aparece la sensación y el rostro de ella. En el primer caso la palabra Cuernavaca funciona como enlace, mientras que en el segundo es el aroma lo que funciona como tal.

Tanto en la creencia como en la ausencia del objeto, sólo se puede pensar en lo que se conoce, o los conocimientos asociados a lo que se busca pensar son sólidos y claros. Aquí la voluntad depende del conocimiento de lo referido para pensarse. Si me piden que imagine la geometría no euclidiana, requiero del conocimiento para hacerlo.

El pensamiento reflexivo es un pensamiento consecuencial y se basa en nexos lógicos, analogías y metáforas.

Esto es importante comentarlo, ya que el pensamiento no siempre puede expresar claramente una condición molesta para la persona que llega a terapia, como se verá más adelante.

En mi opinión, el descubrimiento más importante de Sigmund Freud fue la equivalencia funcional entre la asociación libre y la hipnosis. Mediante la asociación libre los enlaces de los pensamientos llevan a la solución de un problema traumático. Llegan al origen de la incómoda emoción. Esta actitud voluntaria que permite una nueva forma de enlace de los pensamientos hace que la persona pueda de nuevo integrar los eventos dolorosos a su narrativa existencial rencontrándole así un sentido aceptable y coherente a lo que vivió. Este funcionamiento diferencial del pensamiento y su aplicación práctica puede ser ejemplificado por la técnica terapéutica de la narrativa existencial llamada “concreción dimensional” a través de la técnica del análogo sensorial.

Se basa en un ejercicio que se utiliza en la hipnosis ericksoniana y que le aprendí a Jeffrey Zeig en un seminario que dio en la Ciudad de México. Lo novedoso del mismo es la sistematización que le he dado y su seguimiento a través de las sesiones sucesivas. Pertenece a un grupo de técnicas terapéuticas de la narrativa existencial que vuelven concreto lo abstracto. En síntesis, se trata de volver objetos concretos a las entidades abstractas de naturaleza emocional. Esta técnica terapéutica tiene cinco fases que se repiten cíclicamente:


1. Ubicar una emoción e imagen mental incómoda y ubicarla en el cuerpo.
2. Crear un análogo sensorial de una emoción.
3. Aplicar la técnica de la asociación libre para encontrar experiencias previas a las cuales la experiencia actual se encuentra asociada.
4. Trabajo de evaluación de la intervención.
5. Encadenamiento.

1. Ubicar la sensación en el cuerpo.

El paciente no puede verbalizar con el pensamiento una “sensación” en el pecho que oculta un conjunto de experiencias asociadas a un complejo mnémico que no puede entender desde su actual experiencia de identidad. No puede verbalizarse la complejidad definida como un cúmulo de experiencias inconsistentes con la experiencia de identidad. El terapeuta le pide que ubique un lugar en su cuerpo en el que sienta esta sensación.

Por ejemplo:

Terapeuta: Dices que no sabes a qué se debe esta tristeza. ¿En qué parte de tu cuerpo la ubicarías?

Cliente: En el pecho.

2. Crear un análogo sensorial.

Terapeuta: ¿Qué color le darías a esta sensación en tu pecho? (Es importante que el terapeuta, en aras de hacer un adecuado rapport, repita las características del análogo sensorial relatado por el sujeto).

Cliente: Rojo.

Terapeuta: ¿Qué textura le darías a esta sensación?

Cliente: Ninguna

Terapeuta: Esta sensación roja, sin textura, ¿tiene sonido?

Cliente: No.

Esta sensación roja es el análogo sensorial que puede, además, tener otras modalidades.

3. Aplicación de la técnica de la asociación libre.

Se le pide al sujeto que imagine este análogo sensorial sintiéndolo y asocie libremente todos los contenidos conscientes que vengan a su mente, sin juzgar su relevancia, sino que simplemente los mencione. A través de los movimientos oculares, el terapeuta puede observar que la persona está realizando el trabajo de asociación libre.

Terapeuta: Ahora piensa en esa sensación roja en tu pecho. Al concentrarte en ella recordarás una serie de experiencias. Dímelas.

Cliente: Recuerdo a mis padres peleando y yo estoy en la cocina con mi hermanito abrazado, imaginando que me clavo un cuchillo (Comienza a llorar).

Un terapeuta entrenado observa atentamente el movimiento como signo indicativo. Debe permanecer en silencio hasta que el cliente deje de expresar los contenidos asociados a este análogo sensorial.

4. Evaluación.

Cuando la mirada se fije de manera atenta de nuevo en el terapeuta y no haya más indicaciones de la asociación libre del paciente, se puede comenzar la evaluación.

Terapeuta: ¿Es igual o ha cambiado la sensación roja?

Cliente: Ha cambiado. La siento diferente y es menos intensa.

La evaluación no sólo evalúa, sino que también es una reinducción hipnótica con un trance natural. La intervención se puede pensar exitosa si y sólo si se cumplen dos condiciones: un cambio en la evaluación subjetiva del paciente en al menos alguna de las dimensiones sensoriales imaginadas, o bien, en la emoción original. En el caso anterior, la tristeza, y que la conducta hablando de este mismo tópico sea diferente, es decir, menos emocional.

5. Encadenamiento.

Si la intervención fue exitosa se le pide al paciente que imagine de nuevo el análogo sensorial.

Terapeuta: Muy bien, ahora concéntrate en esta sensación roja y dime qué pasa.

Cliente: Las peleas de mis padres, mi hermano y yo en la cocina (No llora).

Encadenamiento entre sesiones.

En la siguiente sesión el terapeuta puede comenzar encadenando y al mismo tiempo evaluando la efectividad de la sesión anterior. Ahora no se comienza con el análogo sensorial, sino con la experiencia que fue asociada al análogo sensorial.

Terapeuta: Cierra tus ojos y recuérdate a ti abrazando a tu hermano en la cocina mientras tus padres se pelean a gritos y temes que tu padre vuelva a golpear a tu madre. ¿Qué sientes?

El terapeuta observa y compara tanto las reacciones verbales como las no verbales del paciente, y si son favorables puede dar por exitosa la intervención. Por ejemplo, los momentos en los que la sesión anterior lloró al recordar una escena, ahora pueden relatarse sin llanto.


Esta técnica concibe el uso de la asociación libre 6 de manera acotada a la sensación imaginaria del cliente. Es especialmente útil cuando la persona tiene una sensación, pero no sabe o no puede verbalizar

Víctor Solís pensó que esta técnica podía ser probada experimentalmente, y en caso de tener éxito debía haber un olvido emocional en el recuerdo de la escena y al mismo tiempo debía existir un recuerdo del bienestar que provocó la intervención. Los resultados del experimento fueron expuestos en un taller sobre memoria en Trier, Alemania, en 2013 (Solís-Macías & Padua, 2013). Solís-Macías pensó que si la técnica terapéutica era efectiva debía ser permanente en términos mnémicos y que dicha efectividad tendría relación con la cantidad de análogos sensoriales involucrados, llamadas dimensiones. Un análogo sensorial es un recuerdo por modalidad, y puede ser visual, auditivo, cinestésico, etc.

Se asignaron treinta estudiantes de la Facultad de Psicología de la UNAM aleatoriamente en dos grupos, cada uno de quince sujetos. En el primer grupo sólo se asignaron tres dimensiones a los análogos sensoriales, mientras que al segundo se le asignaron seis. Se fijó un total de nueve sesiones. Tanto la primera como la octava fueron conducidas por un experimentador que desconocía la hipótesis. Las sesiones dos a la siete fueron realizadas por cada participante de modo individual. Los resultados se reportaron en un registro previamente diseñado. La novena sesión, de seguimiento, se realizó dos meses después para observar la permanencia en el tiempo.

Se encontraron diferencias significativas. Mientras mayor es el número en seis dimensiones (G6) que en tres dimensiones (G3), se comprueba la hipótesis al igual que lo hace sobre hipermnesia. Se obtiene mayor impacto cuando se trabaja con más dimensiones (en este caso particular 6>3) ya sea a corto plazo (primeros ocho días) o a largo plazo (dos meses después) (Parra, 2013).

Estas son algunas de las declaraciones de los participantes tomados textualmente:

Me siento muchísimo más tranquilo porque antes no me gustaba acordarme ni sentirme mal, o que me trajera malos recuerdos, pero mantenerlo presente día con día y no tratar de opacarlo haciéndote el que no ves sí te ayuda.
Hubo un tiempo en que lo sentí muy alto, pero después fue bajando, hasta dije: ¡Por qué lo elegí! Al principio sí me dolía, pero ahorita ya no tanto. Me gustó el ejercicio porque lo podías hacer fácilmente.
Cada día le ponía menos y ya puedo hablar con mis amigos o con los que lo viví al respecto. Me siento bastante que pueda aplicar esto a otros malos recuerdos. Si me funcionó, y me sorprendió como me funcionó de una manera tan sencilla (Parra, 2013).

El comportamiento o hacer las cosas es de los grandes poderes que se tiene para generar emoción, pensamiento e identidad.

En el caso del comportamiento, cuando ocurre algo que según nuestra narración de identidad no haríamos jamás y que sin embargo hemos realizado, se puede reconocer en que la persona comienza a preguntarse: ¿por qué hice esto?, ¿qué significa para mí?, ¿quién soy yo?, ¿soy tan exitoso como pensaba?, ¿es esto lo que esperaba de mí? Como la persona no espera haber hecho algo, puede cambiar el comportamiento o puede cambiar la identidad. Un ejemplo en el que se combinan acertadamente el comportamiento y la terapia consiste en cambiar el contexto de una conducta obsesiva. Yo tenía una paciente que solía inevitablemente arreglar y acomodar diferentes prendas de vestir. Esto le atormentaba. Era un acto automático que por más intentos que hacía por corregir jamás lograba. Me dijo que iría a la ciudad de Miami. Le hice prometer que haría lo que le pediría, a lo cual asintió. La tarea terapéutica consistió en tomarse selfies arreglando prendas en el almacén Sack’s.

Hay muchas relaciones posibles entre los procesos anteriores. Estas relaciones son a su vez procesos que jamás pueden ser considerados como relaciones absolutas, sino que se les debe considerar como tendencias. No agotaré las formas de relaciones posibles, sino sólo unas cuantas. La primera forma más evidente es la coherencia, que significa que todos los procesos anteriores se dirigen a un mismo rumbo. Sólo pondré dos ejemplos de ello. Si la persona es agredida sin un motivo justificado, la emoción de coraje aparecerá y la justificará diciendo que se siente enojada debido a la agresión, que no hay razón para ser tratada de ese modo. Su emoción acerca de su enojo será de orgullo y la considera pertinente debido a que en su opinión toda su emoción y comportamiento son explicados por un intento de aprovecharse de su persona. Esta coherencia hará que se sienta orgulloso de su identidad, sobre todo si su medio social apoya fuertemente la conducta que mostró.

El segundo ejemplo es la emoción que corresponde a la palabra japonesa amae, que no tiene una palabra equivalente en castellano o en inglés que pueda traducirla adecuadamente ya que no existe un vocablo, ni un concepto para esta emoción. Lo más cercano es lo que llama Romain Rolland el “sentimiento oceánico” y que Dylan Evans (2003) define como “un sentimiento de pertenencia y autoaceptación”.

El problema es cuando alguno de estos procesos entra en una incongruencia con otro y se puede hacer manifiesto de diferentes maneras. Como ya se vio en el caso de la situación de una mujer que se relacionó con un hombre casado y eso siempre lo ha criticado.

Las emociones no pueden ser analizadas sino en un entorno cognitivo que incluye, necesariamente, una situación con su propia temporalidad, el significado de la misma y todos los elementos cognitivos asociados que dirigen y son activados por el comportamiento. Las emociones son parte y resultado de este contexto cognitivo, ya que orientan la acción y favorecen ciertos significados sobre otros, hacen creíbles los escenarios imaginados por la cognición, añaden un sentido a las acciones de la persona, por lo que sesgan la cognición dándole rumbo hacia un sentido.

NOTAS

1 Las cursivas aparecen en el original.

2 Parece que la identificación de las perspectivas de la imagen visual no corresponde a las lingüísticas, ya que Kosslyn (Kosslyn, y otros, 2007) y otros investigadores demostraron que no son activadas las mismas zonas del cerebro cuando se realiza el proceso de modo verbal que cuando se realiza de manera visual, como cabría esperarse si fuera exactamente el mismo proceso.

3 El paréntesis que señala (la esposa) se trata de un agregado mío.

4 Esta es la parte de la situación objetiva que hace que parezca que es independiente del sujeto, si es amenazante y puede causarle la muerte, pero a otro sujeto en esa situación no. Por ello, tanto las cursivas como los paréntesis están así en el original.

5 Esta definición de situación implica a un sujeto, puesto que el párrafo está escrito en primera persona (“lo que me rodea”, es decir, lo que le rodea al sujeto), y por tanto, es necesario definir lo que es un sujeto.

6 Fácilmente observable por un clínico, aunque aún no se haya comprobado experimentalmente al respecto.



Fuente: extraído del PDF : Emociones perspectivas antropológicas. Desde página 129 a la 152.