¿EXISTE LIBRE ALBEDRÍO EN LA EVOLUCIÓN? EMOCIONES Y CONDUCTA MORAL

Para la ciencia, llámese reduccionista, realista, empirista o, si se quiere, objetiva, el concepto libre albedrío es un asunto carente de sentido.

Ahora bien, desde una perspectiva evolucionista habría que matizar un poco la cuestión, porque la evolución humana, a diferencia de la de los demás seres vivos, tiene dos dimensiones: una biológica y otra cultural, la cual no se da, al menos en sentido estricto, en ninguna otra especie (Ayala, 2011)

La evolución biológica, sabemos, consiste en sobrevivir y dejar descendencia, como sostuvo Darwin, que ahora describimos como cambio en la frecuencia de los genes causada por selección natural, la cual actúa sobre las variaciones producidas por mutaciones al azar, encargándose el ambiente de llevar a cabo dicha selección. Se trata básicamente de un proceso de eliminación yreproducción diferencial que da como resultado la expresión de determinados fenotipos

Utilizando un símil, la selección natural es como una aplanadora que a su paso sólo deja que sobrevivan las especies que resisten esa presión.

La evolución cultural, por su parte, consiste en transmitir información a través de un proceso de enseñanza-aprendizaje, independiente del parentesco biológico, que incluye todos los hábitos adquiridos y maneras de vivir del ser humano a lo largo de su historia social.

Este tipo de evolución trajo consigo un modo metaorgánico de evolución de la especie, mucho más rápido que el biológico, no regido por mutaciones genéticas al azar, porque las innovaciones culturales son producto de propósitos intencionales para optimizar su situación en el ambiente. Esta conducta en los seres humanos determina la capacidad de anticipar las consecuenciasde sus acciones, la capacidad de hacer juicios de valor, y la capacidad de escoger entre líneas de acción alternativas. Es decir, tener conciencia de sus actos y la voluntad para llevarlos a cabo (Ayala, 2011).

En este contexto teórico podríamos abordar el problema del libre albedrío o voluntad del ser humano para elegir determinadas acciones, porque si el libre albedrío no es una apomorfia innata o instintiva del ser humano, ¿posee algún valor evolutivo?

Desde el punto de vista cultural sí, desde el punto de vista biológico no, a pesar de que la conciencia sea un atributo del bagaje biológico del ser humano y, por tanto, un producto de la evolución biológica.

La libertad para elegir, al igual que las otras llamadas virtudes humanas como la prudencia, la templanza, la perseverancia, la conducta ética, la humildad, etc., se manifiesta en las comunidades humanas contraponiéndose a las conductas innatas o instintivas, esto es, a las pulsiones biológicas, la cual exige aprendizaje anterior al momento de tomar la decisión.

El libre albedrío, entonces, lejos de ser una condición universal de la humanidad, es una creación histórico-social. Tiene que ver con un proyecto de vida más que con un acto intencional, con lo que llamaba Aristóteles “hábito”, o lo que llamaba Spinoza“ conciencia de la necesidad” o para darle un sentido a nuestra conducta y se convierta en norma o “imperativo moral” como lo llamaba Kant.

A pesar de lo anterior, hay que enfatizar, como se dijo antes, que el ser humano posee dos naturalezas, una naturaleza bio-lógica y una naturaleza cultural. Su naturaleza biológica es el producto de la evolución biológica de la especie y es claramente visible en la conducta del ser humano moderno. Su naturaleza cultural es el resultado de la adquisición y almacenamiento de información extrabiológica, hecha posible gracias al desarrollo de la ciencia, la técnica y la cultura en general, pero, no hay que olvidarlo, estas son el producto de una actividad biológica: la actividad de nuestro cerebro. Por lo tanto, existe una relación dialéctica entre esas dos naturalezas.

Esto explica que muchas formas del comportamiento humano siguen siendo biológicas a las que la cultura ha tratado de suavizar o atenuar, como son las pulsiones sexuales y la agresividad. Es decir, no somos completamente biológicos ni completamente culturales.

Uno de los problemas derivados de esa relación es que la cultura no ha sido totalmente exitosa en la disminución o en el con-trol de los impulsos sexuales y agresivos de los seres humanos. Esto es, el ser humano es un animal semicivilizado, sin señales apropiadas de inhibición de sus impulsos biológicos, y todavía más preocupante, esta relación entre la biología y la cultura es una relación a la que la ciencia tiende a dar más valor al factor genético que al factor cultural (Estañol, 2004).

Es verdad que el desarrollo tecno-científico ha sido extraordinario, pero, ¿ha sido igual de extraordinario el desarrollo moral del animal humano? No, porque no ha podido encontrar soluciones eficaces para controlar sus impulsos biológicos. La evolución cultural no ha llevado necesariamente a una evolución moral exitosa en los seres humanos; la cultura no ha podido contrarrestar las pulsiones sexuales y la agresividad innatas de la especie derivadas de la interdependencia energética para sobrevivir y reproducirse. El ser humano ha utilizado todos los recursos científicos y tecnológicos que ha logrado en su evolución cultural para matar a otros seres vivos con propósito de alimentarse y apoderarse de los recursos de la biósfera, siempre desde una posición de poder, sea ésta física o tecnológica, y, en el caso de otros seres humanos, psicológica, económica, militar y política.

El libre albedrío, pues, tiene que ver con la condición misma del ser humano, que deja muy poco a la libertad para tomar decisiones, sean éstas buenas, justas o no

Una interpretación filosófica interesante de esta problemática, es la del filósofo de la ciencia darwiniano Carlos Castrodeza, quien en su libro póstumo El flujo de la historia y el sentido de lavida, de 2013, la llama la derivación posmoderna de la ética, donde todo lo “feo” se separa y se oculta o se trivializa o, incluso, se estetiza. El resultado, dice, es que perdemos madurez histórica, aunque en el fondo ésta sólo ha valido para contemplar nuestras propias miserias etológicas o conductuales. Así que ya no es que podamos decir “esto es lo que hay”, sino que simplemente tendríamos que abandonar otras expectativas, por ejemplo la que sostenía Darwin en El origen del hombre, donde postula que por selección natural la humanidad tendería a ser mejor, en un proceso civilizatorio creciente, el cual quedaría como un notable wishful thinking, porque la selección natural, en caso de que no fuera contrarrestada por el azar o por las condiciones del mundo físico, consigue lo mejor, pero puede que en el sentido social más peyorativo del término. Porque “el mejor” es también (si no únicamente) el que mejor explota al otro, ya sea con buenas o malas artes e intenciones.

Es pertinente traer aquí a colación, apunta Castrodeza, que en su famosa obra Dialéctica de la Ilustración (1947) Theodor Adornoy Max Horkheimer aseguran que, en contra de una creencia extendida, la Ilustración no acabó ni mucho menos con la fuerza del mito. Aunque la naturaleza ya no esté encantada, en los términos especificados por Max Weber, los humanos seguimos viviendode ilusiones escatológicas . Los misterios que rodean el pensamiento teológico perviven, aunque no sea más que como órganos vestigiales en el cuerpo de la racionalidad científica moderna, lo que, para los filósofos de Frankfurt, en términos sartrianos, no es sólo una muestra de “mala fe”, sino algo peor, habida cuenta de que para ellos en esa pervivencia se encontraría el germen de futuros arrebatos totalitarios.

Y es que la mente humana, como es bien sabido, cuando no tiene el suministro de “realidad” adecuado crea sus propias alucinaciones compensatorias , del mismo modo que “el hombre solo” (un náufrago, por ejemplo) se crea un compañero de fatigas imaginario para paliar su necesidad de socialización.

Hoy, como señala el neurocientífico Francisco Mora en su libro Neurocultura, de 2007, la ciencia del cerebro irrumpe en esa misma problemática, pero esta vez, quizá, con una perspectiva distinta y de más calado. Aquella en la que se aportan conocimientos que permiten entender mejor las humanidades. Ya no se trata de crear puente entre dos cuerpos del saber que, avanzando en paralelo y aportan conocimientos distintos, sino de un proceso en serie, un continuum. Conocer cómo funciona el cerebro humano debe permitirnos entender mejor los productos de ese funcionamiento. Ciencia y humanismo se convierten así en una unidad, en sólo un árbol de conocimiento desde las raíces y el tronco, hasta las ramas y las hojas, para decirlo de una manera metafórica

La neurociencia, dice Mora, es una ciencia experimental, que con todas las herramientas técnicas que ahora posee, tiende a explicar cómo funciona el cerebro, particularmente el cerebro humano. Cerebro entendido como el órgano que recibe estímulos del medio ambiente y con los que interpreta la realidad que nos circunda, gracias a los códigos de funcionamiento construidos en él a lo largo de cientos de millones de años. Realidad que refiere a la construcción, no sólo del mundo que vemos, tocamos uolemos, sino la construcción y elaboración de las sociedades en las que vivimos y las normas y valores que las rigen. La neurociencia es, pues, esa área de conocimiento que permite acercarse a conocer cómo se han construido y qué circuitos neuronales están involucrados y participan en la elaboración de las decisiones que toma el ser humano

Esta disciplina científica, continua Mora, parte de una premisa básica, insoslayable. Todo cuanto existe en el mundo humano, objetivo o subjetivo, es concebido a través del cerebro, órgano por medio del cual se siente, se piensa y se ejecuta la conducta. Está claro que esta afirmación sorprende ya a muy poca gente porque todo el mundo sabe y tiene por cierto que sin cerebro ni se siente ni se piensa ni se realiza conducta alguna. Pero esto también requiere añadir que el cerebro solo no es el ser humano. El ser humano es un organismo completo en constante interacción con el medio. De hecho, el cerebro dedica una parte muy considerable de su trabajo a controlar y actualizar constantemente su relación con el organismo que lo alberga, que da como expresión visible la conducta, siendo ésta, a su vez, el producto de una sensación o percepción, una memoria o un pensamiento. No hay, pues, “fantasma en la máquina”. El cerebro opera fundamentalmente interpretando la información que recibe del medio ambiente y ejecuta la conducta correspondiente atendiendo esencialmente a la supervivencia del individuo y de la especie.

Así, las emociones, los sentimientos, la abstracción, el lenguaje y el conocimiento son procesos cerebrales esenciales y básicos en la conducta de los seres humanos, que vigilan y protegen la supervivencia. Las emociones señalan o tiñen los estímulos sensoriales de placer o castigo y sirven para defendernos o aproximarnos a ellos (agua, comida, calor, frío, sexo, juego o enemigos). Las emociones, en consecuencia, son los procesos que nos mueven o empujan a conseguir o evitar, de una forma flexible, lo que es beneficioso o dañino para el individuo. Además, las emociones generan ese mecanismo, también básico, que llamamos curiosidad. Con la curiosidad se expande el abanico de las conductas y con ello el interés por el descubrimiento de lo nuevo (nuevos alimentos, ocultación de enemigos, etc.). De esta manera, la curiosidad ensancha el marco de seguridad para la supervivencia(Mora, 2008).

Esto quiere decir que las emociones constituyen un lenguaje de comunicación básico. De hecho, sostiene Mora, son el lenguaje más primitivo de los mamíferos. La manifestación de las emociones permite la creación de lazos (familia, amistad, apegos), que pueden tener claras consecuencias de éxito, tanto de supervivencia biológica como social. Y, finalmente, los sentimientos. Con la aparición de los sentimientos, el hombre se torna consciente de sus emociones. Frente a la pura “reacción” ante un estímulo, con la huida o el ataque, el ser humano experimenta y“sabe” que tiene miedo o placer, alegría o pena, y conduce suvida de una manera “nueva”, nunca antes experimentada porningún otro ser vivo. Las emociones y sentimientos, además, desempeñan un papel importante en el proceso de razonamiento y en la toma de decisiones, especialmente aquellas relacionadas con la persona y su entorno social más inmediato. Las emociones y los sentimientos constituyen de hecho, los pilares sobre los que descansan casi todas las demás funciones del cerebro como ya lo señalaba Antonio Damasio en La sensación de lo que ocurre, de 1999.

Junto a la emoción y los sentimientos, guías o encendidos básicos de toda conducta, nos dice Mora, el cerebro tiene y guarda los mecanismos que han llevado al hombre a las cotas más altas de conocimiento y conciencia. Son los procesos neuronales que permiten el fenómeno de la abstracción.

¿Qué permitió al cerebro desarrollar esa capacidad de encontrar propiedades o relaciones comunes a muchas cosas y extraer un concepto, una idea, que hable de todas ellas como una sola? La neurociencia comienza ahora a trenzar los hilos con los que se construye este proceso y conocer las neuronas y circuitos que lo realizan, que llega a la conclusión clara de que se trata de una propiedad inherente a la función del propio cerebro.

Con esta capacidad, afirma Mora (2007), el hombre comenzó su andadura de “pensar” rompiendo las cadenas de lo particular y concreto, y en esa aventura cerebral entraron también a desempeñar un papel decisivo la conciencia y el lenguaje humanos. La conciencia, esa maravilla que hace al hombre no sólo “ver”, abstraer lo visto, sino también “saber que ve” y comunicarlo simbólicamente

Este trabajo fue presentado en el “Quinto Congreso del Seminario Antropología y Evolución: Antropología de las emociones”, INAH,que tuvo lugar el 27 y 28 de agosto de 2015, en Taxco, Guerrero, y en el “Primer Congreso Internacional CEDAR-V Evolución biológica y cultural”, coorganizado por el Centro de Estudios Filosóficos Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, del 1 al 4 de septiembrede 2015, en Xalapa, Veracruz.

Bibliografía


Ayala, F. (2011), ¿Soy un mono?, Editorial Planeta, Barcelona

Castrodeza, C. (2013), El flujo de la historia y el sentido de la vida , HerderEditorial S.L., Barcelonarial Planeta, Barcelona.

Damasio, A.R. (1999), The Feeling of what Happens , William Heinemann,Londres

Estañol, B. (2004), “The dilema of ‘human nature’ The biological andcultural evolution of mankind”, Ludus Vitalis XII (22

Mora, F. (2007), Neurocultura, una cultura basada en el cerebro . Alianza Edi-torial, Madrid

Mora, F. (2008), El científico curioso , Ediciones Planeta, Madrid






Fuente: Capítulo Nro 2 del PDF EMOCIONES: PERSPECTIVAS ANTROPOLÓGICAS. Por: Florence Rosemberg Bernardo Yáñez José Luis Vera Cortés.