El estudio socio-hist贸rico de las emociones y los sentimientos en las Ciencias Sociales del siglo XX


Introducci贸n

  • 1 Dado nuestro objetivo, este escrito se concentra en menor medida en la reflexi贸n sobre los estudios (...)

1A principios del siglo XX1 las Ciencias Sociales les concedieron a los sentimientos facultades explicativas que ampliaron la comprensi贸n sobre la forma en que el individuo y la sociedad se relacionan y sobre el hecho de que en las emociones se hacen comprensibles las motivaciones y acciones que subyacen a procesos sociales y culturales particulares. Esta perspectiva problematiza la naturalidad de los comportamientos emocionales y toma distancia de la fisiolog铆a y de la psicolog铆a —la disciplina m谩s identificada con el estudio de la emoci贸n—, cuyos hallazgos tendieron a supeditar las emociones a un lado de las dicotom铆as cuerpo-mente, individuo-sociedad, privado-p煤blico y naturaleza-raz贸n, instauradas por la tradici贸n positivista.

2Para dar cuenta de lo anterior, este texto plantea un orden cronol贸gico en el que se observan cuatro momentos del estudio del tema de las emociones en Europa y Norteam茅rica. El primero de ellos, en el curso del siglo XIX como per铆odo en que el sentido de las emociones est谩 estrechamente relacionado con las consideraciones fisiol贸gicas de la filosof铆a y la psicolog铆a y con los intereses de la literatura de explorar la dimensi贸n interna del ser humano. Este apartado sugiere un antecedente para comprender el lugar anal铆tico que ocupan las emociones y los sentimientos a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

  • 2 Aunque este texto no incluye la reflexi贸n sobre el estudio del soci贸logo Georg Simmel (1858-1918), (...)

3El segundo, en las primeras d茅cadas del siglo XX, momento en que el campo de las Ciencias Sociales, y especialmente la sociolog铆a, concede una interpretaci贸n de los sentimientos ajena a las visiones r铆gidas y est谩ticas de las teor铆as de conocimiento que oponen individuo-sociedad y emoci贸n-raz贸n. Para ello, expongo algunas perspectivas anal铆ticas de autores cl谩sicos de la sociolog铆a2 como Marcel Mauss (1971a [1902]) y Norbert Elias (1982 [1939]) que desde caminos independientes formularon el car谩cter p煤blico y cambiante de los sentimientos, hasta entonces confinados al 谩mbito de lo privado e inmutable. En un esfuerzo por superar las fronteras disciplinarias de la 茅poca, estos autores reconocen los afectos y las emociones en su relaci贸n con aspectos psicol贸gicos y procesos socio-hist贸ricos m谩s amplios.

4Un tercer momento se concentra en las primeras d茅cadas de la segunda mitad del siglo XX, cuando el campo de las Ciencias Sociales se aleja del estructuralismo y de las teor铆as psicol贸gicas y subjetivistas que entienden lo individual y lo emocional como aspectos desligados del mundo social. En este per铆odo, elaboraciones te贸ricas de pensadores franceses como Pierre Bourdieu (2010 [1980]), Michel Foucault (1999 [1981]) y posteriormente David Le Breton (1999) ampliaron la comprensi贸n sobre la forma en la que el cuerpo y las emociones est谩n relacionados y sobre su desempe帽o seg煤n los grupos sociales y las circunstancias hist贸ricas.

5Por otra parte, me aproximo a la antropolog铆a norteamericana de la d茅cada de los ochenta influenciada por el enfoque interpretativo de Clifford Geertz (1988 [1973]), as铆 como por la etnolog铆a y la sociolog铆a francesas desarrolladas por autores estadounidenses como Robert Solomon (1989), Michelle Rosaldo (1984), Catherine Lutz y Geoffrey White (1986), cuyos trabajos son pioneros en lo que se denomin贸 antropolog铆a de las emociones. Este campo se desarrolla a partir de estudios etnol贸gicos que relativizan el repertorio afectivo de las culturas no occidentales y las afirmaciones naturalistas que se fundan en el car谩cter universal de la emoci贸n. En dicha antropolog铆a los sentimientos aparecen desde la perspectiva de su construcci贸n social y expresi贸n diferenciada. Finalmente, se presenta la cr铆tica que en los a帽os ochenta hicieron autores de la antropolog铆a y la historia cultural al enfoque interpretativo por supeditar la vida interna al orden de lo textual y discursivo y no lograr vincular la subjetividad con procesos sociales de mayor envergadura.

A manera de antecedente: el estudio de las emociones en las Ciencias Humanas del siglo XIX

6Desde diferentes puntos de vista, las emociones han sido un campo de exploraci贸n para distintos fil贸sofos y psic贸logos occidentales. En la antig眉edad, Arist贸teles reconoci贸 la ambig眉edad de las emociones dentro de su teor铆a de la 茅tica. En el per铆odo de modernidad temprana, Ren茅 Descartes le concedi贸 a “las pasiones” un lugar en su teor铆a dualista del cuerpo y el alma; para este fil贸sofo, la voluntad del sujeto era capaz de orientar u ocultar los movimientos impulsivos del alma, esto es, someterlos al imperativo de la raz贸n (Le Breton 1999, 166).

7Siglos m谩s tarde, David Hume (1990 [1740]) clasific贸 las emociones en calmadas y violentas. Mientras las primeras responden a sentimientos psicol贸gicos como el goce est茅tico o la aprobaci贸n moral, las segundas no necesitan ir acompa帽adas de sensaciones f铆sicas definidas y localizables. A pesar de expresar que ciertas “emociones leves” como la admiraci贸n y la simpat铆a cumplen una funci贸n evaluativa y no solamente fisiol贸gica, para Hume la gama ordinaria de las emociones —resentimiento, esperanza, temor— no es confiable para establecer un juicio; ellas son respuestas emocionales m谩s o menos ciegas e irracionales.

8Por su parte, en el siglo XIX, el influyente fil贸sofo y psic贸logo William James defini贸 las emociones como reacciones fisiol贸gicas (James 1884), con lo cual descartaba las teor铆as que abarcaban un concepto de la emoci贸n como una forma m谩s o menos inteligente. En su teor铆a, se帽ala que si las emociones prescindieran de sensaciones como la agitaci贸n, la viscosidad, el temblor o el rubor, no ser铆an otra cosa que una percepci贸n intelectual; as铆, alguien podr铆a tener una percepci贸n de peligro, pero sin un sentimiento real de temor (James 1884). De acuerdo con Solomon, esta teor铆a domin贸 la definici贸n de la emoci贸n a finales del siglo XIX y comienzos del XX. En 煤ltimas, en ella se afirma que las emociones son irracionales, duran un per铆odo determinado y pueden tener una ubicaci贸n definida en el cuerpo: el disgusto en el est贸mago, el temor en los latidos del coraz贸n (Solomon 1989).

9De manera similar, las teor铆as de filiaci贸n naturalista y conductual que elaboraron en el siglo XIX naturalistas como Charles Darwin, Herbert Spencer y el fil贸sofo John Dewey descansan, en parte, sobre la idea de que el origen y las funciones de la expresi贸n facial y corporal son la base para el an谩lisis de la emoci贸n. Entre estas teor铆as se cuenta la creencia de que las contracciones musculares, impulsadas por movimientos el茅ctricos, pueden traducirse en emociones de ira, sorpresa o dolor. Estos an谩lisis prosiguen la b煤squeda de universalidad de la expresi贸n de las emociones, con toda independencia de los datos sociales y culturales en los cuales se encuentra inscrita la emoci贸n.

10Contrariamente a las teor铆as de 铆ndole naturalista y fisiol贸gica, a finales del siglo XIX y a principios del XX, fil贸sofos y psic贸logos cognitivos como Max Scheler, Franz Brentano y Robert Solomon desarrollaron reflexiones en torno a la naturaleza epist茅mica de las emociones. Interrogaron aspectos como la moral, la pedagog铆a y la racionalidad. En estos planteamientos, las emociones dejan de explicarse desde un componente esencialmente fisiol贸gico y privado y se rescatan sus elementos cognoscitivos, “que presuponen creencias objetivas sobre el contexto emocional” (Solomon 1989, 29). As铆, por una parte, est谩 la participaci贸n de las sensaciones fisiol贸gicas en la experiencia de la emoci贸n, y por otra, est谩 el hecho de que las emociones abarcan conceptos y creencias. Estos dos tipos de consideraciones de la emoci贸n, la fisiol贸gica y la cognitiva o moral, han estado en el centro de las teor铆as modernas sobre la emoci贸n por parte de la filosof铆a y la psicolog铆a occidentales (Solomon 1984).

11Desde otra perspectiva, fil贸sofos del Romanticismo alem谩n como Friedrich Scheler y Johan Goethe e ilustrados como Jean-Jacques Rousseau destacaron la importancia de la educaci贸n sentimental como un conocimiento mediante al cual se puede acceder a trav茅s de lo sensible. Para estos pensadores, el cultivo de la vida interior y el lugar que ocupan las emociones y los sentidos, como v铆as de acceso al conocimiento, merecen la misma atenci贸n que la raz贸n y el reconocimiento en la esfera p煤blica (Trepp 1994).

12Aunque Reddy se帽ala la derrota del r茅gimen emocional del Romanticismo como consecuencia del triunfo de la raz贸n y de la Revoluci贸n francesa (Reddy 2014), varios trabajos se帽alan que el siglo XIX tambi茅n trajo emociones y sentimientos asociados. La literatura de vanguardia puso a la orden del d铆a el tema de las emociones dentro de los c铆rculos burgueses. Autores como Marcel Proust, 脡mile Zola y Oscar Wilde reconocieron tempranamente el car谩cter social de los sentimientos y el contexto hist贸rico en el que tienen lugar las conductas de los individuos. En sus relatos, los celos, la venganza y el amor no se consideran impulsos irresistibles o naturales, sino m谩s bien “logros dom茅sticos que hab铆a que aprenderse, como se aprende a tocar el piano o un idioma extranjero” (Gay 1992 [1984], 100). La literatura, antes que el psicoan谩lisis, contempl贸 el estudio de la vida ps铆quica como una v铆a de acceso a los ideales de una 茅poca o sociedad (Gay 1992 [1984], 73).

13En el mismo momento en el que tuvo lugar el movimiento rom谩ntico, las ciencias adscritas al positivismo, en su af谩n de clasificaci贸n, marcaron la escisi贸n entre objetividad y subjetividad, lo p煤blico y lo privado, lo activo y lo pasivo, lo cambiante y lo inmutable, lo femenino y lo masculino y lo racional y lo sentimental. Esta mirada monot茅tica ubic贸 a las mujeres como sujetos tradicionalmente emocionales, a quienes se les adjudic贸 cierto grado de irracionalidad en raz贸n de su condici贸n sentimental (Bolufer 2007). De hecho, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, la liberaci贸n indisciplinada de los sentimientos como atributo femenino tuvo su correlato en el autocontrol de los impulsos como cualidad asociada a la construcci贸n de la masculinidad. De acuerdo con George Mosse, el inicio de la sociedad moderna fue el momento en el que esta escisi贸n desempe帽贸 un papel fundamental no s贸lo al crear ideas sobre la naci贸n y una sociedad sana, sino al influir en el funcionamiento de la sociedad moderna (Mosse 2000).

14Con el avance de la profesionalizaci贸n de las Ciencias Sociales y de la percepci贸n hist贸rica de la realidad social desde una mirada objetiva, el siglo XIX confin贸 las emociones y los sentimientos en el tren de los humanismos (la filosof铆a humana y la psicolog铆a) y de la literatura sentimental de vanguardia. Al privilegiarse el estudio de la raz贸n, la teor铆a social —impregnada del positivismo de la 茅poca— se interes贸 por las “ideas claras” de personajes masculinos, quienes fueron desprovistos de cualquier grado de emocionalidad y sensibilidad (Chartier 1992; Mosse 1969; Trepp 1994). No obstante a lo largo del siglo XX las disposiciones psicol贸gicas de los individuos, y con ello la vida afectiva, adquirieron un inter茅s progresivo para las Ciencias Sociales. Como se expondr谩 a continuaci贸n, gracias a la ruptura de los estudios sociales con las dicotom铆as de la tradici贸n positivista del siglo XIX y a su encuentro con el psicoan谩lisis y las teor铆as cognitivas del siglo XX, las emociones dejaron de verse como elementos netamente fisiol贸gicos, pertenecientes al campo de la ficci贸n y desligados de las din谩micas sociales.

El condicionamiento social e hist贸rico de la expresi贸n de los sentimientos

15En las primeras d茅cadas del siglo XX, los trabajos del soci贸logo y antrop贸logo franc茅s Marcel Mauss (1872-1950) y del soci贸logo alem谩n Norbert Elias (1887-1990) fueron pioneros al proponer el estudio de la forma en que una sociedad hist贸ricamente localizada impone al individuo un uso riguroso de sus emociones, sus afectos, y su cuerpo. Mediante conceptos como hecho social total, eficacia simb贸lica (M. Mauss), formaci贸n social y econom铆a ps铆quica (N. Elias) ambos autores revelan la correspondencia que existe entre la estructura social y la estructura emotiva e individual. De ah铆 que las acciones de los individuos no responden de manera exclusiva a sus voluntades, sino a la red de dependencias en la cual se encuentran inscritos. A su vez, esta observaci贸n sugiere que aunque los sentimientos son aspectos del 谩mbito interno, ellos no florecen al margen de los condicionamientos sociales e hist贸ricos.

16As铆, Mauss sugiere que de la eficacia simb贸lica de la magia —y de los sentimientos que suscita en los individuos su creencia— depende la reproducci贸n de las reciprocidades en la que se cimenta la vida social y material de las comunidades australianas. Desde otro enfoque anal铆tico, el estudio de Elias muestra la autocontenci贸n de los afectos como un aspecto fundamental de las formas de control social que sostienen la sociedad cortesana y la instituci贸n del Estado absolutista entre los siglos XVI Y XVIII en Francia y Alemania. En las primeras d茅cadas del siglo XX, mediante trabajos de investigaci贸n emp铆rica —uno de corte etnol贸gico y el otro sociohist贸rico— ambos autores ofrecen presupuestos de an谩lisis para pensar el papel que desempe帽an las emociones dentro de procesos de larga duraci贸n que involucran lo social, lo psicol贸gico, lo hist贸rico, y lo pol铆tico. Por ello, resulta valioso revisar algunas de sus observaciones con respecto al tema de los sentimientos como elementos de an谩lisis social.

El papel de la magia y los sentimientos en la reproducci贸n de una formaci贸n social

17Como lo se帽ala Pierre Bourdieu, el soci贸logo y antrop贸logo franc茅s Marcel Mauss (1872-1950) tiene el m茅rito de tomar la magia como un objeto de conocimiento social, en lugar de ponerlo en el campo de lo regresivo, lo irracional y los misterios primitivos (Bourdieu 2010, 25). La obra de Mauss reprocha las categor铆as r铆gidas y abstractas de la psicolog铆a y la sociolog铆a del siglo XIX que consideraron la magia como un acto irracional y primitivo y que, por lo tanto, impidieron vincular el juicio m谩gico con los sentimientos, las ideas y la opini贸n colectiva (Mauss 1971a [1902], 122). En este sentido, la magia como substrato no racional y aparentemente opuesto a la ciencia es un problema de psicolog铆a colectiva al que Mauss le restituy贸 su necesidad pr谩ctica y su raz贸n de ser, sin convertirla en construcci贸n l贸gica o en ejercicio espiritual (Bourdieu 2010).

  • 3 Estudio publicado en Ann茅e Sociologique, 1902-1903, en colaboraci贸n con del arque贸logo y soci贸logo (...)
  • 4 En los a帽os veinte la antropolog铆a norteamericana se acerc贸 al psicoan谩lisis a partir del uso del l (...)
  • 5 Para la elaboraci贸n de este art铆culo, Mauss se basa en los trabajos de su colaborador franc茅s Rober (...)

18El trabajo de Mauss Bosquejo de una teor铆a general de la magia,3 publicado en 1902, antecedi贸 al acercamiento entre la etnolog铆a y el psicoan谩lisis4 al mostrar c贸mo la estructura social se impone al individuo mediante la educaci贸n de actividades corporales y de manifestaciones sentimentales. En 1921, en un art铆culo titulado La expresi贸n obligatoria de los sentimientos,5 el autor observa que en los ritos funerarios de las sociedades australianas las manifestaciones orales de sentimientos como el dolor, la c贸lera y el miedo no son respuestas naturales, sino que responden a un orden social determinado. Este estudio es pionero en se帽alar que las expresiones de los sentimientos no son fen贸menos exclusivamente psicol贸gicos o fisiol贸gicos, sino fen贸menos sociales “marcados preponderantemente por el signo de la no espontaneidad y la obligaci贸n m谩s absoluta” (Mauss 1979, 147).

19A mediados de la d茅cada de los veinte, Mauss ampli贸 a煤n m谩s la comprensi贸n de los sentimientos como fen贸meno social al mostrar el valor de los afectos dentro de una formaci贸n social dada. En un art铆culo del Journal de Psychologie Normale et Pathologique el autor muestra los efectos ps铆quicos de la magia que recae sobre los individuos pertenecientes a las comunidades de Nueva Zelanda y Australia. Este trabajo describe c贸mo los polinesios sufren y abandonan toda confianza en vivir al creer que sobre ellos ha reca铆do un posible hechizo. Aunque en ocasiones no se presentan marcas f铆sicas, este sentimiento de desesperanza invade el plano de la conciencia hasta el punto de causar la muerte por sugesti贸n (Mauss 1971b [1924], 297). Para el autor, la influencia de lo social sobre lo f铆sico posee un medial ps铆quico evidente, pues es la persona quien se destruye a s铆 misma, siendo el acto inconsciente.

  • 6 Bajo esta noci贸n, elementos de distinta naturaleza pueden llegar a tener una significaci贸n global a (...)

20Siguiendo lo anterior, Mauss incursiona —y sobrepasa— el terreno de la psicolog铆a al estudiar la totalidad de la conducta social y al entender la vida social como un mundo de relaciones simb贸licas. Mientras los psic贸logos de su 茅poca tienden a tratar una serie de actos como anormales, esta mirada etnol贸gica y sociol贸gica “los capta en gran n煤mero continuamente, y, adem谩s, en la m煤ltiple repetici贸n de hechos normales” (L茅vi-Strauss 1971, 17). Como bien lo se帽ala Strauss, la noci贸n de acto social total6 en el estudio de Mauss incluye:

1. Diferentes modalidades de lo social (jur铆dica, econ贸mica, est茅tica, religiosa, etc.); 2. Diferentes momentos dentro de la historia de cada individuo (nacimiento, infancia, educaci贸n, adolescencia, matrimonio, etc.); 3. Diferentes formas de expresi贸n que incluyen desde los fen贸menos fisiol贸gicos, como los reflejos, secreciones, moderaciones o aceleraciones, hasta categor铆as inconscientes y representaciones conscientes individuales o colectivas. (L茅vi-Strauss 1971, 24)

  • 7 A la luz de las experiencias m谩s amplias de las generaciones siguientes, etn贸grafos como Renato Ros (...)
  • 8 Al respecto, ver la Introducci贸n a la obra de Marcel Mauss, por L茅vi-Strauss (1971).

21A pesar de la cr铆tica que en los sesenta las Ciencias Sociales hicieron a los cl谩sicos por supeditar lo individual al orden del ritual,7 es m茅rito de Mauss vincular la etnolog铆a con el psicoan谩lisis y evidenciar la relaci贸n entre la objetividad de las estructuras sociales y la subjetividad de la experiencia vivida (L茅vi-Strauss 1971, 25). Esta perspectiva ampli贸 la comprensi贸n sobre el estudio de los sentimientos al se帽alar que ellos no son necesariamente una manifestaci贸n espont谩nea y natural —como lo enunciaba la psicolog铆a de la 茅poca—,8sino que se encuentran condicionados socialmente y var铆an de acuerdo con el tiempo, las condiciones y los agentes de expresi贸n (Mauss 1979, 147).

La autocontenci贸n de los afectos y la g茅nesis del proceso civilizatorio

  • 9 Elias se aleja de la filosof铆a plat贸nica y, sobre todo, de la filosof铆a moderna de Descartes, en la (...)

22Una excepci贸n destacable en el estudio del tema de las emociones durante la primera mitad del siglo XX lo constituye la obra del soci贸logo alem谩n Norbert Elias (1887-1990). Desde una sociolog铆a hist贸rica que se anuda con elementos psicol贸gicos, el autor se aparta de las teor铆as filos贸fico-epistemol贸gicas y sociol贸gicas cuyos postulados tropiezan con el problema de separar conceptos como individuo y sociedad.9 En la introducci贸n tard铆a de su libro El proceso de la civilizaci贸n, el autor cuestiona los presupuestos te贸ricos de las ciencias humanas para los cuales los individuos existen por fuera de la sociedad. En sus palabras, “casi nunca se menciona el car谩cter de este muro y, desde luego, jam谩s se da una explicaci贸n de 茅l. [...] ¿Es el cuerpo un recipiente en cuyo interior se encuentra encerrado el aut茅ntico yo? ¿Es la piel la l铆nea fronteriza entre el ‘interior’ y el ‘exterior’?” (Elias 1987 [1978], 34).

23De acuerdo con Elias, la tradici贸n dualista —m谩s apropiada para el an谩lisis de la realidad objetiva que para el an谩lisis de los seres humanos— no dej贸 convertir en objeto de la reflexi贸n las redes de interdependencia “que hacen que cada acci贸n individual dependa de toda una serie de otras al modificar, a su vez, la figura misma del juego social” (Elias, citado en Chartier 1992, 89). Por ello, su an谩lisis cr铆tico se adelanta a los debates te贸ricos de la d茅cada de los sesenta al desplazar varias de las oposiciones cl谩sicas: individuo-sociedad, libertad-determinismo e incluso objetividad-subjetividad. Contra estas dicotom铆as, Elias afirma:

En las teor铆as cl谩sicas del conocimiento el hombre se ocupa m谩s del problema del objeto cognoscitivo que del sujeto de la teor铆a del conocimiento, esto es, m谩s del conocimiento objetivo que del conocimiento subjetivo. Y, sin embargo, cuando no se incluye este conocimiento en el planteamiento del problema, 茅ste conduce a un callej贸n sin salida de alternativas igualmente insatisfactorias. (Elias 1987 [1978], 39)

  • 10 Este desplazamiento hist贸rico dio lugar a la construcci贸n del Estado absolutista, caracterizado por (...)
  • 11 Habr铆a que anotar que la formaci贸n de la sociedad cortesana est谩 estrechamente relacionada con la f (...)

24En contra de estos supuestos dualistas dominantes de su 茅poca, Elias se propone entender c贸mo entre los siglos XVI y XVIII la estructura ps铆quica de los hombres de Occidente se modific贸 a partir de una situaci贸n concreta: la transformaci贸n gradual de la aristocracia caballeresca en sociedad cortesana mon谩rquica.10 La formaci贸n de esta sociedad, establecida alrededor del Estado absolutista11 y regulada por convenciones y dependencias espec铆ficas, marc贸 lo que Elias identifica como la g茅nesis del proceso civilizatorio, entendido como la pacificaci贸n progresiva de las conductas y la respectiva consolidaci贸n de los autocontroles ejercidos sobre las emociones (Chartier 1992, 97).

25Elias analiza este dispositivo de autocontenci贸n en su libro La sociedad cortesana, escrito en 1933. El autor afirma que aspectos como el cumplimiento de la etiqueta, la opini贸n social, el control de las explosiones pasionales y la censura de los sentimientos no pueden considerarse como “nimiedades”, sino como aspectos notables en la formaci贸n de la identidad del cortesano (Elias 1996 [193?], 128). La conservaci贸n de la membrec铆a y el orgullo personal de los miembros de la corte, inclusive la del rey, depend铆a de su sometimiento a este entramado de la etiqueta y el juego social. Ante la necesidad de adaptarse al cambio, y de diferenciarse de otras capas excluidas de las posiciones de dominio, “los nobles se hacen cortesanos y forman una cultura elitista del gesto, del hablar, del amor y del gusto” (B茅jar 1991, 74).

26La propuesta te贸rica y emp铆rica de Elias plantea dos aportes interesantes para pensar el tema de las emociones y los afectos. En primer lugar, su estudio problematiza la naturalidad de los sentimientos. Para Elias, la intensidad, la expresi贸n y la funci贸n que aquellos cumplen en la estructura ps铆quica del individuo no dependen de su naturaleza humana, sino de la historia y la estructura real de sus relaciones con otros humanos (Elias 1996 [193?], 76). El autor se aleja de los postulados psicol贸gicos que suponen que los sentimientos y las emociones son invariables y consustanciales al 谩mbito de lo interno o lo personal. En sus palabras:

Precisamente porque el psic贸logo piensa de un modo absolutamente ahist贸rico, porque enfoca las estructuras ps铆quicas del hombre contempor谩neo como si se tratara de algo incambiable y que no ha sufrido proceso alguno, el historiador apenas puede utilizar para algo los resultados de su investigaci贸n. Y precisamente porque el historiador, preocupado por lo que 茅l llama los hechos, trata en la medida de lo posible de evitar los problemas psicol贸gicos, apenas tiene algo que decir a los psic贸logos. (Elias 1987 [1978], 492)

  • 12 Para Elias, la autocoacci贸n se produce en el hombre moderno cuando es capaz de tomar distancia resp (...)
  • 13 Al respecto, en una nota al final del Proceso de la civilizaci贸n, Elias afirma: “Lo que coincide po (...)

27Para Elias el pudor, el temor a Dios, la culpa, el miedo a la pena, el miedo a la p茅rdida del prestigio social o el temor a s铆 mismo, no son estados internos del individuo sino respuestas ps铆quicas “a las coacciones que los hombres ejercen sobre los dem谩s dentro de la interdependencia social” (B茅jar 1991, 77). As铆, el sentimiento de inseguridad de las personas de la Edad Media es distinto de las personas que conforman la corte. En esta 煤ltima, el miedo no surge de la violencia f铆sica sino, como lo estudi贸 Elias, de la autocoacci贸n12 que produce la p茅rdida de prestigio y estatus (B茅jar 1991, 77). De lo anterior surge el segundo aporte: ninguna formaci贸n social puede perdurar sin una autocontenci贸n de los afectos y las emociones. Aunque Elias le reprocha al psicoan谩lisis el hecho de analizar las relaciones en el interior de cada ser humano y “de constituir un inconsciente ‘sin historia’ como instancia dominante e invariable de la estructura ps铆quica” (Chartier 1992, 103), tambi茅n reconoce su deuda con Freud13 en el an谩lisis del car谩cter socio-gen茅tico del s煤per yo y del control inconsciente de los afectos.

28Freud utiliza el concepto de sentimiento inconsciente para referirse a los destinos que la represi贸n impone. En ellos “el afecto puede perdurar total o fragmentariamente como tal; puede experimentar una transformaci贸n en otro montante de afecto (por ejemplo del miedo a la angustia), o puede ser reprimido; esto es, coartado en su desarrollo y excluido de la conciencia” (Freud 1989, 208). Este 煤ltimo punto le interes贸 a Elias. De acuerdo con Freud, la conquista de la civilizaci贸n implica una coerci贸n volcada hacia el interior; un esfuerzo del individuo por renunciar a sus instintos y afectos (Freud, citado en B茅jar 1991).

29No obstante, Freud lleg贸 a creer que traer las emociones a la conciencia mediante la curaci贸n psicoanal铆tica deb铆a ser suficiente para ejercer control sobre ellas (Solomon 1989, 45). Esta interpretaci贸n situ贸 el control emocional a un lado de la unidad individuo-sociedad: el 谩mbito interno de la mente y la historia individual. Al respecto, B茅jar apunta que “Elias historiza lo que en Freud es un postulado naturalista”, por lo que Elias prefiere pensar el proceso civilizatorio como una tensi贸n indisoluble entre “la aceptaci贸n freudiana de la desaz贸n de la cultura y la voluntad sociol贸gica de entender los grandes procesos sociales” (B茅jar 1991, 81).

30Como bien lo observa Chartier, uno de los aspectos m谩s interesantes de la obra de Elias fue “proceder al examen simult谩neo del cambio de las estructuras ps铆quicas y las estructuras sociales en su conjunto” (Elias, citado en Chartier 1992, 103), esto es, proponer una psicolog铆a hist贸rica cuyo objeto social es “el habitus humano en su conjunto, el todo de la econom铆a ps铆quica” (Chartier 1992). Esta lectura hol铆stica de la realidad social —en la que confluyen postulados de la sociolog铆a, la psicolog铆a y la historia— no descansa en ideas claras e intencionadas, sino en los mecanismos ps铆quicos que emplean los individuos dentro de una configuraci贸n social particular. Por todo esto, Elias cultiv贸 un terreno anal铆tico en el que hubo lugar para lo emocional como un asunto que subyace a problemas pol铆ticos y sociales de mayor envergadura.

31El tema de lo emocional y lo subjetivo en las primeras d茅cadas de la segunda mitad del siglo XX

32En los a帽os sesenta y setenta la antropolog铆a reproch贸 el objetivismo de la etnolog铆a cl谩sica por considerar que la cultura y la tradici贸n determinan la conciencia individual y que “la estructura social ya exist铆a antes, durante y despu茅s de cualquier individuo” (Rosaldo 2000, 53). Asimismo, la sociolog铆a critic贸 el subjetivismo, “totalmente incapaz de dar cuenta de la necesidad del mundo social” y, por lo tanto, de las estructuras en las que se incorporan las pr谩cticas hist贸ricas y los habitus sociales (Bourdieu 2010, 85). Esta perspectiva cr铆tica empieza a poner en duda los enunciados objetivos que desplazan el sujeto del an谩lisis social y los postulados subjetivistas que se centran en lo individual y dejan fuera la sociedad.

33Esta reformulaci贸n te贸rica estuvo marcada por factores tales como el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en los a帽os cuarenta, la occidentalizaci贸n y la coyuntura hist贸rica de la descolonizaci贸n de la mayor铆a de pa铆ses asi谩ticos y africanos en las d茅cadas de los cincuenta y sesenta. Sin convertirse en los 煤nicos factores, lo anterior posibilit贸 la pregunta por el lugar de enunciaci贸n y producci贸n acad茅mica de los investigadores sociales y la concientizaci贸n de las diferencias de clase, raza, sexualidad y g茅nero. A su vez, esto 煤ltimo incidi贸 en el aumento del n煤mero de mujeres en las Ciencias Sociales, particularmente en la antropolog铆a (Rosaldo 2000) e hizo que los hombres se sintieran menos avergonzados por el estudio de asuntos relacionados con lo emocional y lo subjetivo (Confino 2010, 70).

34En este ambiente pol铆tico e intelectual, autores franceses como Pierre Bourdieu (2010 [1980]) y Michel Foucault (1999 [1981]) desarrollan an谩lisis de problem谩ticas relacionadas con las pr谩cticas corporales, la vida cotidiana y los dispositivos de sujeci贸n y subjetivaci贸n en los cuales participa la producci贸n de la experiencia emocional. Estas tem谩ticas han sido examinadas en campos delimitados como la antropolog铆a del cuerpo que en las 煤ltimas d茅cadas se ha ocupado de las diversas formas de constituci贸n de lo corporal en la modernidad. El tema de las emociones se muestra aqu铆 en las disposiciones corporales relacionadas con discursos social y culturalmente construidos. En esta perspectiva de an谩lisis resulta fundamental la investigaci贸n del soci贸logo y antrop贸logo franc茅s David Le Breton (1999) en la cual el cuerpo es el veh铆culo de significaciones de la cultura y espacio en el que caben las emociones, los sentimientos y las elaboraciones sensoriales.

  • 14 Para una ampliaci贸n del contexto intelectual de la antropolog铆a norteamericana en el siglo XX v茅ase (...)

35Por otra parte, durante este per铆odo emergieron nuevas corrientes intelectuales en la antropolog铆a norteamericana,14 entre ellas la antropolog铆a de las emociones, cuyos postulados provienen del enfoque interpretativo del autor estadounidense Clifford Geertz (1988 [1973]) y de la etnolog铆a francesa y norteamericana. Al respecto, son pioneros los estudios etnogr谩ficos de Michelle Rosaldo (1984), Catherine Lutz y Geoffrey White (1986) y Abu-Lughod (1986). La llamada antropolog铆a de las emociones constata que las emociones no son componentes fisiol贸gicos y universales, como lo expresa la teor铆a naturalista de William James en el siglo XIX y de Paul Ekman en el XX, sino que incluyen pensamientos y juicios de valor que var铆an culturalmente.

36Con base en lo anterior, a continuaci贸n se presentan dos acercamientos al asunto de los sentimientos y las emociones en las primeras d茅cadas de mitad del siglo XX. El primero incluye las observaciones sociol贸gicas que comprenden la forma en la que las pr谩cticas corporales y la experiencia emocional est谩n 铆ntimamente relacionadas, y el segundo, re煤ne las consideraciones antropol贸gicas que relativizan el repertorio afectivo de las culturas no occidentales. Finalmente, se exponen algunas observaciones sobre las limitaciones y los avances del enfoque interpretativo sobre el cual se cimentaron algunos estudios sociales interesados en cuestiones emocionales.

Las emociones y los sentimientos como pr谩cticas encarnadas

  • 15 En la 茅poca en que Bourdieu hace su investigaci贸n sobre la econom铆a del honor en Argelia, el etn贸lo (...)
  • 16 El autor afirma que hacerse acreedor de confianza dentro la comunidad kabila es un mecanismo simb贸l (...)
  • 17 El principal inter茅s de Bourdieu es mostrar el lugar que tiene el intercambio de bienes simb贸licos (...)

37Pierre Bourdieu es heredero de la imaginaci贸n sociol贸gica francesa que se inclin贸 hacia el an谩lisis simb贸lico y la comprensi贸n de conceptos maussianos como el de inconsciente colectivo y habitus (Pinheiro 2006, 140). En su trabajo etnogr谩fico sobre las econom铆as de los Kabiles en Argelia, justamente durante el proceso de descolonizaci贸n que tuvo lugar entre 1954 y 1962, el autor sugiere que la exhibici贸n de la cortes铆a, la confianza y el honor15 son pr谩cticas simb贸licas que suspenden por un momento el inter茅s de lucro que el economicismo presume en todas las sociedades.16 En este an谩lisis Bourdieu se aparta de los estudios en los que predominan las relaciones materiales sobre las personales y que no incluyen una teor铆a de la relaci贸n subjetiva que d茅 lugar al conocimiento que los agentes mantienen con su verdad objetiva (Bourdieu 2010, 180). Sin ser un tema central en su an谩lisis,17 el autor muestra el papel que desempe帽a la vida afectiva en los intercambios materiales y en la vida cotidiana.

38Esta aproximaci贸n etnogr谩fica y sociol贸gica plantea el problema fundamental del lazo existente entre las estructuras objetivas (las de los campos sociales) y las estructuras encarnadas (las de los habitus). En otras palabras, la disposici贸n de los agentes para participar en el juego social que ofrece las regularidades objetivas de las cuales estos, a su vez, son un producto hist贸rico. Con este planteamiento, el autor retoma el argumento del car谩cter indisociable entre lo corporal, lo ps铆quico y la acci贸n social que en la primera mitad del siglo XX plantearon autores como Elias y Mauss. Pero es a Bourdieu a quien se le debe el hecho de esclarecer con mayor 茅nfasis la relaci贸n entre la experiencia subjetiva y el aspecto corporal.

39Para la historiadora Monique Scheer (2012), la teor铆a de Bourdieu es particularmente 煤til para estudiar las emociones pues elabora m谩s a fondo la relaci贸n del cuerpo f铆sico con la estructura social, elementos que participan en la producci贸n de la experiencia emocional. De acuerdo con la autora, para Bourdieu las emociones son pr谩cticas que emergen de las disposiciones corporales siempre condicionadas por un contexto hist贸rico y cultural (Scheer 2012, 193). Aunque Bourdieu rara vez se ocupa de la emoci贸n como una categor铆a central, le abre un espacio de an谩lisis al situarla como pr谩ctica o comportamiento que tiene incidencia en la realidad social (Scheer, 2012). De acuerdo con la autora,

Desde la perspectiva de la teor铆a de la pr谩ctica, el aprendizaje de la respuesta emocional no solo es conceptual –un entendimiento de la catequesis, la escala de doce tonos, o alg煤n aspecto de lo ideol贸gico […], sino tambi茅n encarnada, la respuesta emocional deseada necesariamente implica impartir la disposici贸n corporal requerida, por ejemplo, en las posturas reverentes y silenciosas. (Scheer 2012, 216)

40Esta formulaci贸n de la emoci贸n en la obra de Bourdieu se puede comparar con la conceptualizaci贸n de la antrop贸loga Michelle Rosaldo de las emociones como pensamientos encarnados, en la cual 茅stas siguen una l贸gica que no se opone al pensamiento, y con la conceptualizaci贸n de Le Breton del afecto como un pensamiento en movimiento que el cogito no agota y en el que intervienen mecanismos inconscientes (Le Breton 1999, 111).

41La comprensi贸n de las emociones como pr谩cticas discursivas tambi茅n tuvo lugar en los 煤ltimos trabajos de Michel Foucault (1999 [1981]) que subrayan la funci贸n especial que cumplen los discursos y las pr谩cticas de s铆 en la constituci贸n de la subjetividad. El concepto tecnolog铆as del yo ampli贸 la comprensi贸n sobre la forma en la que el cuerpo y las emociones se relacionan y sobre las maneras en que ellas constituyen una v铆a para el dominio de la persona sobre s铆 misma. En este sentido, el control de los afectos —concepto formulado por Elias— “requiere una particular tecnolog铆a del yo, en la cual el sujeto es puesto en la posici贸n de ser objeto de saber de s铆 mismo mediante procedimientos de gobierno” (Pedraza 2007, 13-14).

42En a帽os posteriores, la exploraci贸n del v铆nculo entre la antropolog铆a del cuerpo y las emociones hace que el trabajo de David Le Breton (1999) constituya un aporte notable para el desarrollo de las Ciencias Sociales de las emociones. Para el autor, el lenguaje corporal es el veh铆culo que, por excelencia, expresa socialmente las emociones. Arraigadas en una cultura afectiva, las emociones se inscriben en un lenguaje de gestos y m铆micas en principio reconocible (a menos que el individuo disimule su estado afectivo) por quienes comparten sus ra铆ces sociales.

43Por lo anterior —y siguiendo a Durkheim—, para Le Breton la vida afectiva es el resultado 铆ntimo de un aprendizaje social que le se帽ala al individuo lo que debe sentir y c贸mo debe sentir, por ejemplo, “lo que provoca el dolor no es la muerte sino la significaci贸n que 茅sta reviste para los individuos” (Le Breton 1999, 115). La vida emocional no escapa al an谩lisis antropol贸gico, pues ella no responde a fen贸menos humanos m谩s o menos universales, sino a adquisiciones sociales que se expresan en la corporalidad, en las pr谩cticas y en los discursos; tambi茅n “en los recursos interpretativos (cognici贸n y criterio propio) y la sensibilidad del sujeto” (Le Breton 1999, 106).

La antropolog铆a de las emociones

44En los a帽os ochenta, el art铆culo The Antropology of Emotions escrito por Catherine Lutz y Geoffrey White sit煤a el “nacimiento oficial de la antropolog铆a de las emociones” como campo interesado en la particularidad cultural de la afectividad (Flores y Abad 2010, 16). Dicho texto se elabor贸 sobre la base de una revisi贸n de la literatura antropol贸gica que desde mitad del siglo XX se ha interesado en el estudio de las emociones. Los autores encuentran en tales estudios una serie de tensiones epistemol贸gicas cl谩sicas (el positivismo-interpretativismo, el universalismo y el relativismo, estructura y la agencia) que han sido vistas de dos maneras: como aspectos indisociables o como elementos que relacionados entre s铆 son centrales para la elaboraci贸n de una teor铆a de la emoci贸n (Lutz y White 1986, 406).

45Siguiendo lo anterior, Lutz y White subrayan que en los escritos antropol贸gicos existe un predominio del paradigma evolutivo o de orientaci贸n psicodin谩mica de la emoci贸n. Desde esta perspectiva, las emociones se constituyen “biol贸gicamente como movimientos musculares faciales, aumento de la presi贸n arterial, como procesos hormonales y neuroqu铆micos, y como instintos ‘cableados’ que constituyen una psique humana gen茅rica” (Lutz y White 1986, 406). De acuerdo con los autores, la influencia de este paradigma en la antropolog铆a se debe al psic贸logo americano Paul Ekman (1973) quien en los a帽os sesenta retom贸 los enfoques naturalistas sobre la emoci贸n al liderar un programa “transcultural” en el cual se estudiaron fotograf铆as de las expresiones faciales de personas sometidas a una serie de experiencias como la muerte o la observaci贸n de descomposici贸n de animales. Sobre la base de los resultados, Ekman y sus colegas concluyeron que el miedo, la ira, el asco, la felicidad y la tristeza son esencialmente los mismos en todas las culturas.

46En oposici贸n al enfoque fisio-biol贸gico y naturalista de las emociones, Lutz y White retoman la teor铆a cognitiva e interpretativa como base anal铆tica para pensar las emociones como experiencias socialmente compartidas. En esta perspectiva, en los a帽os setenta y comienzos de los ochenta se destacan los aportes del fil贸sofo Robert Solomon y la antrop贸loga Michelle Rosaldo. Sus trabajos enfatizan que las emociones deben interpretarse como adquisiciones culturales determinadas por las circunstancias de una cultura en particular y no como funciones de la biolog铆a y la psicolog铆a.

47El fil贸sofo Robert C. Solomon (1984), desde una teor铆a cognitiva de las emociones, sugiere que 茅stas no son entidades en la conciencia, sino actos de conciencia que contemplan una intenci贸n con el mundo. As铆, ha se帽alado que las emociones son de hecho algo que hacemos, no solo tenemos. Por ello, el autor se aparta de la teor铆a de la met谩fora hidr谩ulica que presenta “la imagen de la emoci贸n como una fuerza dentro de nosotros, que se va llenando y extendi茅ndose”. Aqu铆, la emoci贸n es una experiencia interior, una sensaci贸n, basada en una alteraci贸n fisiol贸gica de un ahora. De acuerdo a Solomon, dicha suposici贸n domin贸 las discusiones de las emociones en la primera d茅cada del siglo XX. La teor铆a hidr谩ulica recibi贸 su formulaci贸n cl谩sica a partir de la teor铆a del psic贸logo y fil贸sofo norteamericano William James, que expresa que una emoci贸n es la percepci贸n de una perturbaci贸n visceral provocada por una percepci贸n traum谩tica (James 1884). Por ejemplo, “ver a un oso saltar hacia fuera delante de usted o encontrarse con un cubo lleno de sangre” (Solomon 1984, 238).

  • 18 Seg煤n J. Watson hay tres emociones b谩sicas: el miedo, la ira y el amor. Ellas responden a est铆mulos (...)
  • 19 El autor se帽ala una restricci贸n metodol贸gica en esta formulaci贸n te贸rica. Siguiendo la observaci贸n (...)

48Aunque las emociones b谩sicas18 —como las llamaba el psic贸logo John Watson— tengan una reacci贸n fisiol贸gica y sensorial previsible en varias sociedades, en 煤ltima instancia son los pensamientos que la sociedad tiene acerca de dichas emociones lo que altera significativamente su expresi贸n y su representaci贸n19 (Solomon 1984, 245). Una posici贸n parecida ha defendido Le Breton en relaci贸n con las emociones como evaluaciones m谩s o menos l煤cidas de un acontecimiento por parte de un actor, siempre apoyado en un sistema de sentido y valores (Le Breton 1999, 22). En esta interpretaci贸n, las emociones emanan de un medio social y cultural, inclusive en el caso de las emociones que parecen 铆ntimas y esenciales.

49Por lo anterior, en la teor铆a cognitiva la pregunta no es definir qu茅 son los sentimientos, sino qu茅 dicen l贸gicamente las personas sobre ellos. As铆, el enunciado “estoy enojada con mi hermana” no expresa un sentimiento interno, sino un juicio indirecto sobre alguna situaci贸n, persona u objeto externo. En este sentido, las emociones son juicios cognitivos que suponen creencias objetivas y una racionalidad en el sentido psicol贸gico: “la habilidad para usar conceptos y tener razones para lo que uno hace y siente” (Solomon 1989, 38). Por ejemplo, los celos “abarcan alguna idea de ‘los derechos’ sobre otra persona” y la indignaci贸n est谩 sujeta “a todas las restricciones y responsabilidades racionales de cualquier idea moral” (Solomon 1989, 45). En este sentido, lo que hace que una persona se enoje depende de las situaciones consideradas ofensivas o frustrantes. La misma acci贸n inspirar谩 indignaci贸n en algunas sociedades y en otras no.

50Desde un punto de vista antropol贸gico, Rosaldo sugiere pensar una antropolog铆a de las emociones a partir del estudio de las manifestaciones simb贸licas de los balineses de Clifford Geertz (1988 [1973]), cuyo m茅rito desde la antropolog铆a fue dejar de pensar lo interior como una esencia relativamente independiente del mundo social. Asimismo, reconoce los legados de Paul Ricoeur y Sigmund Freud sobre la tensi贸n indisoluble entre significado y deseo, y la obra de Robert Solomon (1989) como un aporte de especial importancia en su intento por describir las emociones como situaciones e inclinaciones hacia la acci贸n (Rosaldo 1984, 140).

  • 20 Por ejemplo, la ira es vista como una emoci贸n que afirma la igualdad social entre los ilongotes y n (...)
  • 21 Aunque la autora solamente se refiere a Mauss en un pie de p谩gina para hacer la distinci贸n entre yo(...)

51Siguiendo los anteriores enunciados te贸ricos y distanci谩ndose de los postulados de la psicolog铆a que describen las emociones como una esencia interna e inmutable, Rosaldo se propone entender la relaci贸n entre afecto y cultura a la luz de los datos etnogr谩ficos. En su trabajo de campo elaborado con el pueblo filipino de los ilongotes en la d茅cada de los setenta, la autora expresa que para ellos no hay “una vida interna aut贸noma en oposici贸n a la vida-en-el-mundo […] ellos no asumen una brecha entre el yo privado y la persona p煤blica”.20 As铆, el acto de matar no prueba el valor interno de un ilongot, sino que esto es un hecho social; la respuesta emotiva y fisiol贸gica de un ilongot ante un duelo o ante un insulto no depende de la persona en cuanto self, sino de la interpretaci贸n que le otorgue el grupo social.21 Con estos datos etnogr谩ficos, Rosaldo concluye que las emociones no son opuestas al pensamiento, sino interpretaciones involucradas con el cuerpo, en sus palabras: “pensamientos encarnados” (Rosaldo 1984, 142).

52Siguiendo las formulaciones etnol贸gicas de M. Rosaldo sobre la relaci贸n entre emoci贸n y pensamiento, Lutz y White (1986) proponen un campo llamado antropolog铆a de las emociones que se oponga a los estudios emocionales de corte psicol贸gico y universal, y opte por indagar el significado cultural y variable en el que se encuentra inscrita la emoci贸n (Lutz y White 1986, 423). Este campo de influencia en la antropolog铆a norteamericana en la d茅cada de los ochenta se interes贸 por el estudio de las estrategias persuasivas que emplean los actores sociales para expresar las emociones a trav茅s de m煤ltiples canales y para manipular los acuerdos abiertos y encubiertos de los eventos ( Lutz y White 1986, 424).

  • 22 El denominado giro ling眉铆stico reconoce la importancia del lenguaje en la construcci贸n de la realid (...)

53Al respecto, resultan significativos los estudios etnol贸gicos y ling眉铆sticos de Lutz (1982) sobre el uso diferenciado del lenguaje emocional entre varios pueblos de Ocean铆a que presentan una visi贸n alternativa de la teor铆a jamesiana y de la antrop贸loga Abu-Lughod que muestra c贸mo los beduinos egipcios afirman su aceptaci贸n o desaf铆o al sistema de jerarqu铆a social por medio de los discursos sobre la emoci贸n —vinculados a la ideolog铆a del honor y el pudor— (Abu-Lughod 1986). Desde esta perspectiva, la antropolog铆a de las emociones responde al giro ling眉铆stico22 y al debate posestructuralista de los a帽os setenta en las Ciencias Sociales, al otorgar una especial importancia al discurso emocional como conocimiento pr谩ctico, mediante el cual “los agentes generan estrategias mejoradas y renovadas dentro de l铆mites estructurales de los cuales son productos” (Pinheiro 2006, 140). As铆, las emociones pueden imponerse por convenci贸n, pero adem谩s, los individuos las pueden utilizar de maneras estrat茅gicas.

El enfoque interpretativo de la cultura y la cuesti贸n emocional

  • 23 Levi Strauss se opone a la influencia de la fenomenolog铆a en el an谩lisis etnogr谩fico. El autor cons (...)

54La antropolog铆a de las emociones reconoce su deuda con la antropolog铆a simb贸lica introducida por Cliford Geertz a mediados de la d茅cada de los setenta. En esta propuesta, Geertz se aleja de la investigaci贸n etnogr谩fica que toma m茅todos de las ciencias naturales para mostrar los datos como m谩s puros que los derivados de otras clases de indagaci贸n social (Geertz 1988 [1973], 26-34). Tambi茅n, el autor cuestiona los presupuestos te贸ricos del estructuralismo de L茅vi-Strauss23 y su insistencia en concebir la etnolog铆a como una ciencia positiva (Geertz 1988 [1973], 295).

55Por lo anterior —y siguiendo la filosof铆a hermen茅utica de Paul Ricoeur—, Geertz abraza un concepto semi贸tico de cultura y un enfoque relativo de su estudio. Desde esta perspectiva, no se puede acceder a la cultura a partir del hecho y la explicaci贸n causal, sino m谩s bien, mediante la significaci贸n de lo dicho en el flujo del discurso social. El autor considera que los datos “son realmente interpretaciones de interpretaciones de otras personas sobre lo que ellas y sus compatriotas piensan y sienten” (Geertz 1988 [1973], 23). As铆, en su libro La interpretaci贸n de las culturas (1973) el autor concibe la investigaci贸n antropol贸gica como una actividad de interpretaci贸n y menos como una actividad de observaci贸n y explicaci贸n. El autor ilustra este punto con la descripci贸n de las ri帽as de gallos, suceso mediante el cual interpreta el mundo simb贸lico compartido en la experiencia del juego en una aldea de Bali en los a帽os sesenta. All铆, Geertz parece indicar que la realidad social se reduce a un texto—las ri帽as— que el etn贸grafo interpreta y fija para su consulta mediante la escritura (Geertz 1988 [1973], 32).

  • 24 Al respecto, el autor advierte “el peligro de que el an谩lisis cultural, en busca de las tortugas qu (...)

56Aunque la perspectiva interpretativa insisti贸 en el hecho de que la vida subjetiva se concreta en el plano cultural y visualiz贸 lo emocional como un elemento que une y posiciona a los individuos dentro de una sociedad particular, a finales de los a帽os ochenta varios antrop贸logos e historiadores acusaron al enfoque interpretativo formulado por Geertz de liberar lo simb贸lico de los escenarios hist贸ricos e institucionales en los que se encuentra (Hourcade 1995; Biersack 1989). Por ejemplo, en su estudio sobre la sociedad balinesa no queda claro el v铆nculo entre la sensibilidad que suscita la ri帽a de gallos —el estremecimiento del riesgo, la desesperaci贸n de la p茅rdida, el placer del triunfo— con otros textos y con procesos sociales de mayor envergadura. Aunque Geertz advierte que el enfoque simb贸lico de la cultura no es un subjetivismo,24 pareciera que sus planteamientos se encaminan hacia esa direcci贸n.

57En el art铆culo titulado Local Knowledge, Local History: Geertz and Beyond (1989), la antrop贸loga norteamericana Aletta Biersack le critica a Geertz el hecho de no ofrecer evidencias de las interpretaciones sobre el suceso de las ri帽as de gallos, las cuales parecen ser m谩s proyecciones propias que una comprensi贸n de los nativos desde el punto de vista del nativo. La autora afirma que el particularismo de Geertz y su rechazo de la explicaci贸n y generalizaci贸n han sido objeto de controversia en la d茅cada de los ochenta por parte de antrop贸logos norteamericanos como Ronald Walters y Marshall Sahlin. Los autores coinciden en que Geertz elabora “brillantes lecturas de situaciones individuales, pero no muestra c贸mo los ‘textos culturales’ se relacionan entre s铆 o con los procesos generales de cambio econ贸mico y social” (Biersack 1989, 79).

  • 25 Valga aclarar que la obra de Darnton incluye problem谩ticas e influencias m谩s amplias dentro del cam (...)

58Por otra parte, el enfoque interpretativo de la cultura tambi茅n influy贸 en la Historia Cultural, especialmente a partir de la publicaci贸n y 茅xito editorial de La rebeli贸n de los obreros: La gran matanza de gatos en la calle Saint-S茅verin (1987) del historiador norteamericano Robert Darnton. Espec铆ficamente, su ensayo dedicado a la masacre de gatos en Par铆s del siglo XVIII, comparte el concepto interpretativo de cultura de Geertz con quien Darnton present贸 un seminario sobre el tema Historia y Antropolog铆a durante seis a帽os en la Universidad de Pricenton.25 La masacre de gatos se asemeja a la pelea de gallos de Bali en que a) comprende la cultura como la existencia de un universo simb贸lico compartido; b) accede a la cultura a partir de un solo texto que contiene la narraci贸n de la masacre de gatos; c) nos presenta la fuente como un modo de acceder a la interpretaci贸n que la cultura da a s铆 misma; d) presenta la masacre como mundo imaginativo y emotivo compartido.

  • 26 Al respecto, el autor agradece los aportes de la antropolog铆a simb贸lica al mostrar que no existe un (...)

59Dicha similitud suscit贸 diversos debates en el campo de la historia cultural, de los cuales resultan sugerentes las cr铆ticas de Chartier (1995 [1985]) quien, entre otras cosas, le reprocha a Darnton el hecho de hacer un uso metaf贸rico del texto escrito que lo induce a interpretarlo sobre la base de formas codificadas en el repertorio de la cultura popular, y no como el producto de la invenci贸n original. Aunque Darnton afirma ser consciente del riesgo de sobreinterpretaci贸n al mostrar que todos los impresores le铆an todo tipo de significados” del incidente de los gatos, para 茅l no se trata de descifrar literalmente el relato, sino de indagar las significaciones sociales que evoca el mismo,26 mediante las cuales se entrev茅n las transformaciones hist贸ricas de una vida emotiva distinta de la nuestra. As铆, lo que en el siglo XVII produc铆a placer como la quema de gatos, hoy sencillamente nos produce desagrado o sentimientos de verg眉enza e indignaci贸n.

  • 27 Sobre el desacertado h谩bito del soci贸logo y del historiador de oponer explicaci贸n con interpretaci贸 (...)
  • 28 Desde otra perspectiva, en los a帽os setenta, los historiadores franceses de los Annales, y particul (...)
  • 29 Vale recordar los aportes de los autores de la llamada primera generaci贸n de los annales: March Blo (...)

60En suma, en la d茅cada de los ochenta se formularon debates alrededor de las insuficiencias del enfoque interpretativo en la antropolog铆a y la historia cultural. B谩sicamente, se le acus贸 de no resolver emp铆ricamente las dicotom铆as explicaci贸n-interpretaci贸n,27 realidad-narraci贸n, l贸gica pr谩ctica-l贸gica escrita, estructuralismo-hermen茅utica y campo estructurado de signos (L茅vi-Strauss 1971 [1950]) —campo contextual del discurso (Geertz 1988 [1973]). A pesar de la cr铆tica que las Ciencias Sociales hicieron en los ochenta al enfoque interpretativo por supeditar lo subjetivo al orden de lo textual y discursivo, dicha perspectiva dio luces sobre las posibilidades de incluir lo simb贸lico en la historia cultural28 e influy贸 en tendencias como la antropolog铆a de las emociones, cuyos estudios etnol贸gicos complejizaron el repertorio afectivo de las culturas no occidentales y se opusieron a las afirmaciones dominantes de la 茅poca, fundadas en el car谩cter universal e inmutable de la emoci贸n. En este sentido, el enfoque interpretativo ofreci贸 una orientaci贸n general para comprender c贸mo los sujetos son continuamente involucrados en la aprehensi贸n, interpretaci贸n de los modelos simb贸licos recibidos y de tipos espec铆ficos de emotividad social, advirtiendo claro, que esta perspectiva no fue del todo novedosa en los a帽os setenta ni tampoco la 煤nica influencia para el estudio sobre lo simb贸lico y la vida afectiva durante este periodo.29

Conclusiones

61El texto ofrece un panorama cronol贸gico y descriptivo de los debates te贸ricos y tem谩ticos que se desarrollaron en las Ciencias Sociales a partir de la atenci贸n prestada a las emociones y los sentimientos como categor铆as de an谩lisis socio-hist贸ricas y como objeto de estudio cultural a lo largo del siglo XX. Este recorrido hist贸rico inicia con la definici贸n de las emociones en las Ciencias Humanas, pasa por la vinculaci贸n de las emociones a aspectos locales, hist贸ricos y sociales de mayor envergadura y finaliza con su incorporaci贸n en los procesos subjetivos y culturales de los cuales se preocuparon los estudios antropol贸gicos y sociol贸gicos posteriores a la segunda mitad del siglo XX.

  • 30 En la revisi贸n del desarrollo del tema durante las 煤ltimas d茅cadas se destacan los estudios del his (...)

62La idea sostenida por cognitivistas, soci贸logos y antrop贸logos sobre las emociones y los sentimientos es que son socialmente construidos y que sus formas de expresi贸n cambian social y culturalmente, permite que estas categor铆as de estudio puedan ser aprovechadas para visualizar el significado hist贸rico y social de la vida interna o subjetiva. Aunque est谩 pendiente el desarrollo de estos acercamientos en las 煤ltimas d茅cadas,30 as铆 como un an谩lisis de la direcci贸n que podr铆a tomar una investigaci贸n sobre las emociones y los sentimientos en Colombia en relaci贸n con procesos sociales y culturales particulares, y sobre la situaci贸n de su tratamiento en las ciencias sociales nacionales, en este texto se presentan unos planteamientos para quienes se acercan a esta tem谩tica o se encaminan hacia la elaboraci贸n de estudios detallados y situados.

Notas

1 Dado nuestro objetivo, este escrito se concentra en menor medida en la reflexi贸n sobre los estudios propiamente hist贸ricos y privilegia algunos debates sobre la tem谩tica, particularmente aquellos que giran alrededor de la sociolog铆a y la antropolog铆a desde 1920 hasta la d茅cada de 1980. No obstante, como se mostrar谩 m谩s adelante, estos estudios no est谩n del todo desligados del campo de la historia.

2 Aunque este texto no incluye la reflexi贸n sobre el estudio del soci贸logo Georg Simmel (1858-1918), 茅ste se preocup贸 por estudiar el entramado afectivo y las interacciones sociales derivadas del encuentro entre el individuo y las principales ciudades de Europa y Estados Unidos, de finales del siglo XIX y principios del XX. Por ejemplo, Simmel (1989 [1903]) analiza la moda y el flirteo como fen贸menos de libertad donde se concentran procesos de individualizaci贸n propios de la modernidad. Su teor铆a ha sido influyente en la sociolog铆a norteamericana, espec铆ficamente en la Escuela de Chicago, interesada en el estudio de las transformaciones urbanas de principios del siglo XX en Norteam茅rica. Para seguir la influencia del interaccionismo o de estudiosos de la Universidad de Chicago en el estudio de las emociones, v茅ase Pinheiro (2006).

3 Estudio publicado en Ann茅e Sociologique, 1902-1903, en colaboraci贸n con del arque贸logo y soci贸logo Henri Hubert.

4 En los a帽os veinte la antropolog铆a norteamericana se acerc贸 al psicoan谩lisis a partir del uso del lenguaje psicoanal铆tico en la investigaci贸n etnogr谩fica. Ejemplo de ello fue la obra de Ruth Benedict Patterns of culture (1934).

5 Para la elaboraci贸n de este art铆culo, Mauss se basa en los trabajos de su colaborador franc茅s Robert Hertz (1881-1915) sobre el pecado y la expiaci贸n en sociedades primitivas y de su t铆o Emile Durkheim (1858-1917) sobre la representaci贸n colectiva de la muerte en su obra Las formas elementales de la vida religiosa.

6 Bajo esta noci贸n, elementos de distinta naturaleza pueden llegar a tener una significaci贸n global al tenor de una experiencia social concreta, en este caso, la magia.

7 A la luz de las experiencias m谩s amplias de las generaciones siguientes, etn贸grafos como Renato Rosaldo (2000 [1993]) han argumentado que los estudios de la antropolog铆a cl谩sica, como los de Radcliffle Brown y Emilie Durkheim, han ignorado “la emoci贸n espont谩nea” y las “maniobras” de los individuos al prestar una preocupaci贸n excesiva por el orden cultural del ritual. Rosaldo afirma, en los a帽os ochenta, que “no se trata de descartar la descripci贸n de los rituales etnogr谩ficos, sino de relativizarlas, y explorar la interacci贸n de la rutina y la improvisaci贸n de la vida cotidiana” (Rosaldo 2000 [1993], 157).

8 Al respecto, ver la Introducci贸n a la obra de Marcel Mauss, por L茅vi-Strauss (1971).

9 Elias se aleja de la filosof铆a plat贸nica y, sobre todo, de la filosof铆a moderna de Descartes, en la que se encuentra la idea de individuo como ser aislado o como ser pensante que se enfrenta al mundo desde su yo interior. Tambi茅n se distancia de los dos paradigmas sociol贸gicos hegem贸nicos de su 茅poca: el marxismo y el estructural-funcionalismo. Del primero combate las ideas respecto a lo que debe ser y el predominio de los ideales pol铆tico-ideol贸gicos en el an谩lisis de los problemas sociales. Del segundo combate la imagen est谩tica del yo y la idea persistente del individuo aislado actuante (Elias 1993 [1969]).

10 Este desplazamiento hist贸rico dio lugar a la construcci贸n del Estado absolutista, caracterizado por el monopolio fiscal que centraliza el impuesto, y por el monopolio sobre la violencia leg铆tima que atribuye al Estado la garant铆a de la pacificaci贸n de todo el espacio social. Al respecto se帽ala: “Una vez que el monopolio de la violencia f铆sica se ha transferido a los poderes centrales, no todo el mundo puede procurarse el placer de la agresi贸n corporal y socialmente legitimada por enemigos externos” (Elias 1987 [1978], 240).

11 Habr铆a que anotar que la formaci贸n de la sociedad cortesana est谩 estrechamente relacionada con la formaci贸n del Estado absolutista y su respetiva monopolizaci贸n fiscal y militar mediante la cual se centraliza el impuesto y se monopoliza leg铆timamente la violencia en todo el territorio social. Estos procesos sociales —vinculados con los procesos ps铆quicos— son estudiados por Elias en el segundo volumen del Proceso de la civilizaci贸n (Chartier 1992, 92).

12 Para Elias, la autocoacci贸n se produce en el hombre moderno cuando es capaz de tomar distancia respecto a s铆 mismo. La filosof铆a cartesiana, propia de una 茅poca que se est谩 liberando de Dios y de la antig眉edad, representa un estadio clave en el descubrimiento de la autoconciencia, una “altiplanicie” en el proceso de individualizaci贸n (Elias 1993 [1969], 67).

13 Al respecto, en una nota al final del Proceso de la civilizaci贸n, Elias afirma: “Lo que coincide por completo con los resultados de esta investigaci贸n es la idea de que los remors, es decir, la estructura ps铆quica que, parcialmente de acuerdo con Freud, se conoce con el nombre de ‘s煤per yo’ en el individuo aislado est谩 determinado por la interdependencia de los hombres, por la sociedad en la que crece, es decir, que el tal ‘s煤per yo’ es de car谩cter sociogen茅tico” (Elias 1987 [1978], 549).

14 Para una ampliaci贸n del contexto intelectual de la antropolog铆a norteamericana en el siglo XX v茅ase el trabajo de Renato Rosaldo (2000) y Richard J. Bernstein (1982).

15 En la 茅poca en que Bourdieu hace su investigaci贸n sobre la econom铆a del honor en Argelia, el etn贸logo John Peristiany (1966) y la soci贸loga Helen Lynd (1958) realizan estudios concernientes al honor y la verg眉enza. No obstante, el presente ensayo no desarrolla los an谩lisis de estos autores.

16 El autor afirma que hacerse acreedor de confianza dentro la comunidad kabila es un mecanismo simb贸lico que concede garant铆as materiales. En sus palabras: “En una econom铆a de la buena fe, un buen renombre constituye la mejor, si no la 煤nica, garant铆a econ贸mica” (Bourdieu 2010, 189).

17 El principal inter茅s de Bourdieu es mostrar el lugar que tiene el intercambio de bienes simb贸licos en las comunidades kabilies de Argelia. Fundamentalmente, su an谩lisis se contrapone a las ideolog铆as del inter茅s econ贸mico y del homus economicus dominantes en las investigaciones de corte neocl谩sico y en los an谩lisis marxistas determinados exclusivamente por los modos de producci贸n. Para ello, el autor retoma los fundamentos de la etnolog铆a cl谩sica de comienzos del siglo XX, espec铆ficamente de autores como Bronislaw Malinoswski y su cr铆tica al utilitarismo, as铆 como los trabajos de Marcel Mauss sobre el intercambio de dones, las prestaciones mutuas y el hecho social total.

18 Seg煤n J. Watson hay tres emociones b谩sicas: el miedo, la ira y el amor. Ellas responden a est铆mulos espec铆ficos, independientes de la experiencia consciente. En sus palabras, las emociones “son respuestas o h谩bitos viscerales”, en los que participa el est贸mago, la respiraci贸n y los intestinos; as铆 como movimientos corp贸reos como el llanto y la agitaci贸n. “Tal concepto, que formula a partir de 1919, constituye un ejemplar paradigm谩tico de las aproximaciones que preconizan que las diferentes emociones son elicitadas por est铆mulos espec铆ficos” (Tortosa y Mayor 1992, 300).

19 El autor se帽ala una restricci贸n metodol贸gica en esta formulaci贸n te贸rica. Siguiendo la observaci贸n de Marvin Harris [1968], Solomon critica la confianza excesiva de Margaret Mead en la identificaci贸n de los estados internos de las personas que conformaban su comunidad de estudio. Por ejemplo, la autora se帽ala “ellos se rascan porque ten铆an una picaz贸n”; no obstante, el autor se pregunta c贸mo Mead puede saber la naturaleza de los estados internos, por lo que no se trata de inferir la naturaleza interna de otras personas, sino de indagar el significado social de la expresi贸n (Harris, citado en Solomon 1984).

20 Por ejemplo, la ira es vista como una emoci贸n que afirma la igualdad social entre los ilongotes y no como un asunto concerniente al individuo por s铆 mismo.

21 Aunque la autora solamente se refiere a Mauss en un pie de p谩gina para hacer la distinci贸n entre yo y persona, estas formulaciones de alguna manera ya hab铆an aparecido en la indagaci贸n del autor sobre la proyecci贸n de lo social sobre lo individual en las comunidades de Australia y Nueva Zelanda.

22 El denominado giro ling眉铆stico reconoce la importancia del lenguaje en la construcci贸n de la realidad social y la naturaleza necesariamente interpretativa y relativa de la cultura. Al respecto, resulta sugerente la observaci贸n de R. Chartier quien sostiene que la radicalidad del planteamiento, particularmente de origen estadounidense, del lenguaje como constructor de realidades, puede caer en una suerte de l贸gica logoc茅ntrica al afirmar que “la realidad no es accesible sino a trav茅s de los textos que quieren organizarla, someterla o representar”, omitiendo otras determinaciones (sociales, religiosas, culturales, etc.) que delimitan el an谩lisis del discurso (Chartier 1995 [1985], 9). Este texto explora dicha cr铆tica m谩s adelante.

23 Levi Strauss se opone a la influencia de la fenomenolog铆a en el an谩lisis etnogr谩fico. El autor considera que la experiencia no es una v铆a para llegar a la realidad, aunque despu茅s haya que reintegrarla en el an谩lisis objetivo (Geertz 1988 [1973]).

24 Al respecto, el autor advierte “el peligro de que el an谩lisis cultural, en busca de las tortugas que se encuentran m谩s profundamente situadas, pierda contacto con las duras superficies de la vida, con las realidades pol铆ticas y econ贸micas dentro de las cuales los hombres est谩n contenidos siempre, y pierda contacto con las necesidades biol贸gicas y f铆sicas en que se basan esas duras superficies” (Geertz 1988 [1973], 40).

25 Valga aclarar que la obra de Darnton incluye problem谩ticas e influencias m谩s amplias dentro del campo de la historia cultural, por ejemplo, en lo concerniente al pensamiento ilustrado y la historia del libro.

26 Al respecto, el autor agradece los aportes de la antropolog铆a simb贸lica al mostrar que no existe una relaci贸n directa y sin ambig眉edad entre un s铆mbolo y una cosa. Al respecto, v茅ase, por ejemplo, Victor Turner (1974) cuyo estudio en los a帽os sesenta se enfoc贸 en la multivocalidad de los s铆mbolos.

27 Sobre el desacertado h谩bito del soci贸logo y del historiador de oponer explicaci贸n con interpretaci贸n, v茅ase Passeron (2011).

28 Desde otra perspectiva, en los a帽os setenta, los historiadores franceses de los Annales, y particularmente de las mentalidades, hicieron una contribuci贸n significativa a la historia cultural al referirse a nociones como lo simb贸lico, las sensibilidades y las representaciones colectivas. Al respecto se destacan autores con enfoques e influencias diversas como George Duby (1990 [1988]), Jean Delumeau (1989 [1978]), Paul Veyne (1984 y 2009 [1975]), Alain Corbin y Michell Perrot (1993 [1987]). En la d茅cada de 1980 en el mundo de habla inglesa, el inter茅s por la historia de las emociones se asoci贸 especialmente a historiadores culturales como Theodore Zeldin (1973), Peter Gay (1984), y Peter Stearns y Carol Stearns (1985), el 煤ltimo proclam贸 un campo llamado Emotionology.

29 Vale recordar los aportes de los autores de la llamada primera generaci贸n de los annales: March Bloch, Johan Huizinga y Lucien Febvre. Este 煤ltimo estudi贸 el problema de la incredulidad en el siglo XVI apoyado en la psicolog铆a norteamericana, especialmente de su amigo Henri Wallon (1879-1962) quien recurre a nociones lacanianas como lo real, lo simb贸lico e imaginario. No obstante, el autor aclara que mientras la psicolog铆a se ocup贸 de las estructuras individuales, la psicohistoria se ocup贸 de los colectivos, por lo que les atribuye una historicidad a las sensibilidades (Revel 1995).

30 En la revisi贸n del desarrollo del tema durante las 煤ltimas d茅cadas se destacan los estudios del historiador y antrop贸logo estadounidense William Reddy (que se oponen a los “emocionologistas”) y la l铆nea de los construccionistas sociales cuyas teor铆as afirman que no existe un 贸rgano de las emociones en absoluto: todo se reduce al discurso e incluso la biolog铆a se entiende como construida por los reg铆menes culturales de poder (Reddy 1997; Bourke 2003). Bajo la influencia te贸rica de Reddy, la avalancha actual sobre las emociones —principalmente estadounidense y europea— enfatiza en conceptos como comunidad emocional y refugio emocional para referirse a las pr谩cticas de libertad y a los lugares en que los individuos pueden refugiarse ante las expectativas emocionales de una sociedad particular, preocupaci贸n que deja entrever un inter茅s por la relaci贸n entre las maniobras de los individuos y las reglas emocionales dominantes en una sociedad dada (Confino 2010; Keys 2013; Reddy 2014; Rosenwein 2002; Scheer 2012; Bourke 2003). No obstante, dar cuenta de las implicaciones te贸ricas y metodol贸gicas que acarrean dichas posiciones no es el objetivo del presente texto.




Fuente original:.
Leidy Paola Bola帽os Florido, «El estudio socio-hist贸rico de las emociones y los sentimientos en las Ciencias Sociales del siglo XX», Revista de Estudios Sociales [En l铆nea], 55 | Enero 2016, Publicado el 01 enero 2016, consultado el 16 octubre 2022. URL: http://journals.openedition.org/revestudsoc/9762